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Me dice mi madre...

    VERÉIS, como podéis imaginar, mi madre ha visto y leído todo lo que yo, su hijo, ha ido haciendo profesionalmente desde que me hice mayor. Pero ya antes de eso, desde niño, como han hecho y hacen tradicionalmente las madres, no ha dejado de darme consejos y de opinar o de tratar de orientarme en todos los aspectos de mi vida, tal es el amor de madre, y por supuesto lo hace cada semana con el artículo que escribo en el periódico. Yo, os prometo de todo corazón, que cada domingo espero la sentencia tras su lectura, como si de una jueza del Tribunal Supremo se tratara. Tengo que decir que me emociona profundamente y que me hace sonreír el alma, tener esta relación tan bonita, tan entrañable, tan intima y tan intelectualmente viva con ella.

    Es verdad que como nos conocemos muchísimo, que aunque parezca obvio no lo es tanto, yo se cuando escribo algunas cosas que a ella no le van a gustar, porque desde el amor y el dolor de madre, piensa a veces que me expongo demasiado y que eso puede perjudicarme, o que directamente no está de acuerdo con determinados planteamientos. Así que como podéis imaginar tras leer esto, cada domingo tengo por su parte una disertación sobre el artículo en general y sobre distintas partes del mismo.

    A veces me llevo la alegría de que empieza diciendo “me ha encantado”... y yo respiro aliviado porque sé que lo dice de verdad. Ella nunca miente, no lo ha hecho jamás, no se vende ni a su hijo, jamás haría un veredicto injusto, y jamás dictaría una sentencia fuera de los parámetros de lo que es justo, lo que honesto, lo que es verdad, de lo que debe hacer en conciencia, por ética, por moral... y en esa posición de jueza del tribunal me dice siempre lo que piensa, porque en el caso de mi madre, siempre sus palabras y sus actos han estado alineados.

    Ya os confieso que hoy ya sé que me va a reñir, porque siempre que hablo de ella lo hace: “hijo tú no hables de mi”, “no me pongas de ejemplo de nada”, “no me nombres en los sitios”... tal es su humildad... como la de tantas madres, ¿verdad?, cuando son en muchos casos las responsables de lo mejor que sus hijos tenemos como personas, que han entregado sus vidas por nosotros, sacrificando muchas veces las suyas, sus carreras, sus sueños, sus anhelos. Y por eso yo sigo hablando de ella aunque me riña, porque se que no hay tiempo de vida en la vida de un hijo, que pudiera devolver ni una mínima parte del amor recibido por su madre. Que no se me enfaden los padres, que también los hay muy buenos. El mío falleció hace ya muchos años y por eso no hablo de él con respecto a la lectura de los artículos, aunque también peleó y mucho para sacar a su familia adelante y me enseñó muchas cosas... pero casi nadie, hombres o mujeres, renegamos de esa frase que dice “ una madre es una madre”... y todos sabemos el significado que tiene.

    Así que mi madre me dice frases del tipo de: “hijo, piensa que lo que uno suelta por la boca ya no lo puede recoger”. “Hijo, nunca hables mal de nadie, que nunca se sabe si esa persona el día de mañana puede ser tu amigo”. “Hijo no te signifiques y fíjate en tal o cual que nunca lo hacen y trabajan con todos”. “Hijo, si alguien te hace un daño, no se lo devuelvas que a lo mejor esa persona no es consciente de lo que está haciendo”. “Hijo, que la huella que vayas dejando en el mundo sea buena”. “Hijo no hagas daño a nadie porque luego te pesará”. “Hijo, hasta a quien te caiga mal intenta hacerle todo el bien que puedas”. “Hijo, no insultes a nadie que te quita categoría”. “Hijo...”, podría rellenar sin duda un periódico entero de tantas y tantas enseñanzas para la vida que mi madre me ha tratado de inculcar desde pequeñito y que a día de hoy sigue recordándome. Y cuando lo hace pienso en la bendición que supone, tener una madre que a sus ochenta y ocho años esté tan lúcida y llena de vida como siempre. Que pueda seguir reconociendo en mi madre a mi madre.

    Y en esas conversaciones que tengo con ella le trató de razonar mis escritos, mis palabras, mis artículos, mis entrevistas, y le trato de justificar cada una de las veces que me salto sus consejos y le digo: MAMÁ, “no puedo dejar de decir hijos de puta a los asesinos etarras y a los que los apoyan por miedo a crearme enemigos”, “no puedo dejar de apoyar al ministro Garzón con el tema del excesivo consumo de carne y las macrogranjas aunque no comulgue con él en casi nada y me vayan a etiquetar de lo que no soy”. “No puedo dejar de criticar a los medios de comunicación vendidos al poder o al dinero aun a riesgo de que no me contraten”. “No puedo dejar de alertar sobre el daño que las RRSS están haciendo a los más jóvenes por si me vetan o cierran cuentas”. “No puedo dejar de decir que nadie me representa y que ya no creo en instituciones y sólo creo en personas por aquellos que se puedan sentir aludidos”. “No puedo dejar de denunciar que cada vez hay más pobres en España y que parece no importar lo suficientemente a nadie”. “No puedo dejar de decir que ojalá Putin no existiera por lo que puedan pensar algunos”. “No puedo dejar de decir que los asesinos y violadores no deberían jamás salir de la cárcel por miedo a que me etiqueten otra vez pero en sentido contrario.

    “No puedo dejar de denunciar el horror de los migrantes que saltan la valla, ni de decir que nuestros policías y guardias civiles se la juegan”. “No puedo dejar de denunciar la vergüenza de la violencia contra las mujeres, sin que eso signifique que creo que la ley contra la violencia de género no resuelve el problema”. “No puedo dejar de decir que la Iglesia de base actual tiene más luces que sombras, aunque yo no practique ninguna religión”. “No puedo dejar de decir que las ministras que critican el apoyo armamentístico a Ucrania son unas personas sin conocimiento, ni criterio moral, ético, político, intelectual”. “No puedo dejar de decir que creo honestamente que si hubiese más mujeres en cargos de responsabilidad este mundo sería más justo y más humano, aunque se enfaden muchos hombres”.

    No puedo dejar de... Mamá, no creas que no te escucho, que siempre lo hago. Y no creas que cuando escribo se me olvidan tus consejos y enseñanzas. Es justo al revés... te tengo siempre muy presente, tanto, que cuándo estoy escribiendo algo no soy capaz de sustraerme a tu principal enseñanza que es la de tratar siempre de actuar en conciencia, de intentar ser justo, de ser honesto, de decir la verdad aunque con ello me perjudique personal o profesionalmente, de no mirar jamás a nadie por encima del hombro, pero tampoco bajar la cabeza. Ojalá todos los jueces del mundo tuvieran tus principios al dictar sus sentencias. A veces sucede, ¡claro! Y para acabar este artículo sabiendo ya que me vas a volver a reñir, y mucho... te he copiado una de las cientos de poesías que tienes escritas y que me recordaste el pasado domingo dos de octubre cuando publiqué el artículo titulado Tú también serás abuelo. Y dice así:

    FUERON FLORES

    Jóvenes de todos los tiempos / Valorad a los mayores / Antes que terreno yermo / Todos ellos fueron flores /

    Si el tiempo vierais pasar / Del presente hasta el futuro / Sin que haya ningún conjuro / Seréis como ellos igual /

    Así mirando muy lejos / Como ellos os veréis / Valoremos lo que fueron / Y nunca los maltratéis / Cada año es solo un año

    Ninguno se vuelve quedo / Y un día... al despertar / el joven se ha vuelto viejo. /

    Conchi González Grados

    ¡Un abrazo para todas las madres! También para las juezas que son madres.

    23 oct 2022 / 01:00
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