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Medidas duras pero inevitables

    LAS medida anunciadas ayer por el presidente Feijóo son las esperadas. Como sucede casi siempre, hay división de opiniones. Unos las consideran excesivamente duras y otros demasiado blandas. Si preguntamos a la ciudadanía estoy seguro de que ganarían por goleada los últimos. No lo tiene fácil quien decide, en el caso gallego la Xunta, que desde el comienzo de la pandemia aceptó los criterios marcados por los expertos quienes, dos veces por semana, acuerdan unas propuestas que se aplican directamente.

    Mal asunto sería si el comité clínico y consecuentemente el Gobierno gallego actuaran al dictado de las encuestas. La situación sanitaria debe ser el elemento fundamental a tener en cuenta, sin desdeñar los efectos económicos y sociales. Encontrar el punto de equilibrio es lo ideal, pero no fácil y menos a gusto de todos.

    A la vista de lo sucedido, seguramente en la Navidad pesó más el aspecto socioeconómico, concediéndonos unas alegrías que ahora pagamos. Los primeros responsables somos los ciudadanos, que dimos rienda suelta a las relaciones sociales, animados por la mejoría –leve, pero en todo caso mejoría– de las semanas precedentes y por el anuncio de la llegada de la vacuna, acompañada además de un show propagandístico impropio de la gravedad de la situación y a todas luces contraproducente, como se está demostrando.

    El relajamiento en actitudes y comportamientos fue general en toda España, secundado por las autoridades. Después de jugado el partido es fácil acertar el resultado, pero en el momento previo a las fiestas había un consenso bastante elevado de otorgar cierta permisividad, hasta el punto de que el Gobierno, como norma general para toda España, aconsejaba hasta un máximo de diez personas en las reuniones sociales, incluyendo esa figura tan imprecisa del allegado. En todo caso, si miramos atrás debe ser para aprender de los errores, no para flagelarnos estérilmente.

    Las normas que regirán en Galicia a partir de esta noche establecen dos niveles de restricciones. Unas generales para toda Galicia y otras agravadas en los municipios con mayor incidencia. Como el problema es global, debiera haber decisiones de obligado cumplimiento en todo el mundo, pero es una utopía. Tendría que ser más fácil en el europeo, de incidencia es similar en todos los países, pero la UE se limita –no es poco– a facilitar las vacunas.

    Lo que resulta imperdonable es que no haya un plan de mínimos en el ámbito estatal. La situación de Asturias, Castilla y León, Madrid y resto de autonomías afecta a Galicia y viceversa. De igual manera que se dictan criterios comunes para todos los ayuntamientos gallegos debiera haberlos para el conjunto de España. La famosa cogobernanza pasó a mejor vida sin haber nacido.

    Las nuevas medidas para Galicia son duras pero necesarias. Se trata de evitar males mayores. Causarán nuevos perjuicios en muchos sectores y sacrificios para la totalidad de la población. La recompensa como ciudadanos ha de ser librarnos de la enfermedad, mientras que los colectivos afectados económicamente deben ser resarcidos por las administraciones, por todas, en la medida que corresponda a cada una. Solidaridad y justicia.

    14 ene 2021 / 00:00
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