Miedo
TARDE o temprano venceremos al covid-19. Luego vendrá otro y más tarde otro hasta que la especie humana aprenda que la Naturaleza es más poderosa que cualquier ser vivo, por muy inteligente y tecnológicamente equipado que llegue a ser. Este virus, que hoy nos azota, ha conseguido desnudar casi todas las debilidades sociales en las que estábamos inmersos. El progreso era mentira, nos ha dicho. La organización consumista del capital es tan volátil como el sabor de un chicle, nos ha dicho. La estructuración de las ciudades modernas es sádica y cruel para con sus habitantes, nos ha dicho. Mezclar negocio y salud es una pésima inversión, nos ha dicho. La ancianidad vive en un trampantojo inhumano, nos ha dicho... Y nos está gritando que el 2020 pasará a la historia como el año del miedo.
Desde marzo venimos pasando miedos como páginas de un libro. Estos días toca el temor a la vuelta al cole, porque el virus nos ha dicho que durante décadas hemos preferido invertir más en armas o bienes de consumo que en investigación y educación. Y la consecuencia presente es la falta de espacio en los centros escolares, pensados como cubículos o establos, ajustados a los presupuestos y no a la socialización saludable. La mayoría de las diecisiete comunidades autónomas han primado la privatización, el negocio, sobre la racionalidad educativa. La queja por la escasez de profesorado es endémica. Y la falta de consenso político educativo es una negligencia de la que nadie se siente responsable.
En unos días, rodeados por la confusión, el curso escolar abrirá sus puertas y los mayores con hijos educándose estamos aterrorizados ante la falta de criterios serios y la sobra de ocurrencias. Desde el confinamiento general sabíamos que septiembre llegaría y parece que los responsables solo han sabido encomendarse a la buena suerte. El virus ha dicho que no es el camino. Tampoco lo son la simpleza de las mascarillas, las órdenes de separación individual, ni el empleo de la informática... No, porque la enseñanza, además de aprendizaje, es socialización. Y tampoco estábamos preparados para ello.