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Migrantes hacia la UE vía España

    ES triste ver que son muchos, demasiados, los inmigrantes que no dejan de llegar a Canarias, para desconsuelo de los lugareños por la frustración que supone no poder darles cobijo ni sustento dentro de una comunidad ya de por sí maltratada por las consecuencias económicas de la pandemia. Más de 18.000 personas en lo que va de año, doce veces los llegados el año pasado y ya casi la mitad de cuantos se acercaron a nuestras costas en la crisis de los cayucos de 2006. Y si entonces los reproches fueron muchos, pero las soluciones pocas y mal convenidas, ahora sucede más de lo mismo, incluso con un ministerio de Inclusión y un Gobierno que presume de ser receptivo.

    Cada oleada de inmigrantes africanos es distinta, y responde a casuísticas diversas. Es verdad que el control férreo sobre las vías argelina, libia y del norte de Marruecos ha generado un desplazamiento hacia el África Occidental de los migrantes motivados por regímenes dictatoriales, conflictos civiles, hambrunas, sequías, o situaciones de pobreza extrema. Pero en esta ocasión, además, son muchos los arribados que no responden al perfil habitual. Entre quienes alcanzan nuestras costas abundan jóvenes comerciantes, profesionales de servicios básicos y, sobre todo, trabajadores del sector turístico y hostelero que, debido a la pandemia, han perdido los pocos recursos económicos con los que contaban incluso en contextos escogidos como Marrakech o Agadir.

    Por eso es esencial invertir en los países de origen, aumentar la colaboración policial, proveerlos de infraestructuras y tecnología empresarial y comercial, ayudarles a abrir fábricas locales y generar recursos propios. Pero aun lamentando la falta de respuesta efectiva de hasta seis ministerios que tendrían que colaborar para dar una solución eficaz y digna a la situación infrahumana que viven los migrantes y a la impotencia administrativa que padecen nuestros regidores de las Islas Canarias, lo que más nos indigna es la flaqueza con la que el Gobierno expone ante las instituciones europeas una tragedia que debe ser compartida y, por tanto, solucionada de modo colaborativo.

    De nuevo constatamos la debilidad de nuestro Ejecutivo a la hora de demandar soporte logístico y económico ante una UE que, dados nuestros errores diplomáticos y nuestros devaneos presupuestarios, jurídicos y, sobre todo políticos, ha dejado de confiar y colaborar con nosotros, y hasta de mostrarnos su solidaridad con un problema que convenencieramente consideran ajeno, pese al hecho constatable de que los provenientes del Sáhara Occidental, del sur de Marruecos, de Mauritania, Senegal y hasta de Gambia, ven en las declaraciones del Gobierno español un estímulo de llamada para, a través de nuestro territorio, alcanzar el paraíso prometido en el centro y norte europeo; ése contexto dorado que su país de origen nunca les podría proporcionar.

    20 nov 2020 / 23:35
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