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Ministerio de la verdad

    DESPUÉS del intento de cambiar las reglas de juego para la renovación del Consejo General del Poder Judicial, frenado tras la intervención de Europa, ahora, en pleno estado de alarma, con los controles parlamentarios y judiciales disminuidos, el Gobierno pretende nada más y nada menos que regular la verdad y la mentira, con la excusa de luchar contra las denominadas fake news (noticias falsas) difundidas por internet.

    El presidente Sánchez pretende crear una Comisión contra la desinformación a cuyo frente estarían Iván Redondo y Miguel Ángel Oliver, jefe de gabinete del presidente y el secretario de Estado de Comunicación. La orden publicada en el BOE reserva al Ejecutivo la potestad de determinar qué informaciones son erróneas y cuáles no, sin precisar los criterios en los que se ha de basar tal decisión.

    Resulta incuestionable la necesidad de poner coto a los bulos que, bajo el disfraz de supuestas noticias, inundan las redes
    sociales. Pero en un país democrático ello no puede servir de torpe propósito para controlar a los medios de comunicación y excusa para instaurar un orwelliano ministerio de la verdad que fiscalice a los medios y los someta a control, al dictaminar sobre su nivel de credibilidad y pluralismo, y coarte las libertades de expresión e información consustanciales a un Estado Democrático de Derecho. El empeño resulta tan zafio y tan contrario a la Constitución que cuesta creer que sea real.

    La pasión por silenciar es antigua y se esconde el hecho de que la censura tiene un enorme poder de contagio, ya que los aficionados a la ocultación se transmiten entre ellos paranoia: agigantan las opacidades y los silencios con cada vez más frecuencia.

    “Que el Gobierno decida qué información es verdad es el adiós de la libertad de expresión y de la democracia”. La frase no es de PP, Vox o Ciudadanos, sino del partido de Pablo Iglesias, que la publicó en su cuenta de Twitter el 13 de marzo de 2018 para denunciar una iniciativa del Gobierno de entonces contra la desinformación, lo que demuestra una vez más que para algunos la política se reduce a la conveniencia.

    El presidente Sánchez, el verdadero experto en crear bulos, se cree Kennedy, pero lo cierto es que no pasa de ser una mala copia de Kim Jong Un, tiene a su lado a un imitador de Hugo Chávez que ha llegado a afirmar que “los medios de comunicación privados son una amenaza para la democracia y que la libertad de información no puede estar al margen de los poderes públicos”. Ambos son a las fake news lo que Mozart a la música, o Nadal al Tenis. ¿Y van a ser ellos, con Redondo y Oliver, los que nos digan lo que se puede decir, opinar o informar?

    Este Gobierno es en sí mismo un fenomenal bulo que usará su Ministerio de la Verdad, como una Agencia de la Posverdad, no para perseguir mentiras, sino para esconder verdades incómodas que en esta España alarmada cada vez menos se atreven a contar. Por todo ello, se vuelve más urgente y necesario, convertir la libertad de expresión, información y pensamiento en un verdadero cortafuegos frente a tentaciones totalitarias que buscan imponer sólo una fuente oficial de información.

    En un siglo llamado a resolver y superar los conflictos y desmanes de su predecesor, parece que la amenaza autoritaria se acentúa, así como el asedio de la propaganda y el auge de los extremismos que amenazan libertades que dimos por supuestas.

    13 nov 2020 / 00:00
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