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Murguía

    SE discute desde hace un tiempo la conveniencia de realzar la modesta tumba de Murguía en su camposanto coruñés de San Amaro. Siempre me interesaron los cementerios y la lectura de sus epígrafes, y de camino a Málaga paseo a veces entre los nichos de blanco impoluto del curioso camposanto de Casabermeja. Mis cementerios preferidos son los románticos, y más del tipo del desordenado jardín inglés, como el de Gibraltar –con la hiedra apoderándose de tumbas cuidadosamente abandonadas a la naturaleza–, que del impresionante monumentalismo del genovés de Staglieno.

    Sin embargo querría apoyar la propuesta de realzar la campa –como también decimos en portugués y en gallego–, de nuestro prócer devanceiro, antepasado imprescindible del renacimiento cultural que en 1920 encabezó la Xeración Nós.

    Las personas estamos más apegados a alguna forma de tradición que a otras y la duplicidad o multiplicidad de tradiciones coexistentes en tiempos de intensos vínculos globales, intercambios e influencias, sólo la hace conflictiva el divisionismo nacido de una visión unilateral. La transmisión del pasado que Murguía representa no es una manipuladora e impuesta memoria nacionalista, como la Francia e Italia heroicamente resistentes al fascismo, como la ahora impuesta en España, todas ellas desmentidas en su pureza democrática por la historiografía (véase p.ej. en I. Kershaw, Europa 1950-2017, “abusos del pasado”, pp. 210 y ss.)

    Murguía fue el padre de la historiografía gallega unido a Rosalía. Ambos alumbran el Rexurdimento y reafirman el ser propio de Galicia. Lo de menos es si ciertas ideas históricas, su visión de lo celta o lo que sea, están vigentes; ciertas ideas de lo español de tiempos de Menéndez Pidal tampoco lo están. Lo que importa es cuanto Murguía representa para Galicia en tiempos de ciudadanía cosmopolita en que resultan ya anacrónicas las viejas luchas entre modos particulares de ser y las ideas de unitaria pureza cultural o racial del Estado nacional.

    En esta Galicia un tanto ya desdibujada por su debilidad histórica a la hora de defender la tradición nacida de su propio terruño, es bueno se realce a Murguíasin esa retórica grandilocuencia a que nos tienen acostumbrados los viejos Estados nacionales. Algo sencillo como sencilla conciencia de una tierra que en el futuro quizá haya perdido definitivamente la partida y exista ya enajenada de su propia tradición, pero que hoy es capaz aún de hacer valer la firme determinación de prevalecer en su ser.

    17 ene 2023 / 01:00
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