Mutaciones políticas
A POCO que analicemos el ámbito político dentro o fuera de nuestro territorio, todo parece indicar que cada vez es más difícil predecir, augurar e incluso apostar por aquellos representantes públicos que, desde la tan necesaria como degradada política, habrán de velar por el futuro de un mundo que a nivel local, regional, nacional e internacional compartimos todos necesaria e ineludiblemente. No obstante, y pese a nuestro erróneamente idolatrado momento de información global, nada me indica que estemos viviendo una década mejor que las que hemos dejado atrás.
Las sociedades y los países más avanzados en términos de democracia y libertades se resisten a abandonar ese bipartidismo clásico que tanto ha aportado al desarrollo de las grandes civilizaciones. Pero no por mucho tiempo. Incluso EE. UU. y Reino Unido están próximos a sucumbir a un abanico de posibilidades ideológicas alternativas que, pese a todo, no contribuirán a reordenar un mundo en plena transformación.
Ahí está Francia, con la incursión de nuevas fuerzas a derecha e izquierda. Y lo mismo vemos en Italia. E incluso en la férrea Alemania. Ni siquiera en el seno de las formaciones políticas de más solera reina la paz. Ahí tenemos al Partido Laborista británico, que busca no sin dificultad sustituto para Jeremy Corbyn, y donde el abogado Keir Starmer se enfrenta a cuatro mujeres tan cercanas y a la vez tan distintas como Rebecca Long-Bailey, Jess Phillips, Emily Thornberry y Lisa Nandy. Y qué me dicen de la sucesión de Angela Merkel en la CDU tras la renuncia de Annegret Kramp-Karrenbauer. Nos topamos con Friedrich Merz y Armin Laschet frente a Markus Söder, Ralph Brinkhaus o el joven Jens Spahn. Hablamos de luchas intestinas que ya no nos sorprenden. Que nos lo digan a nosotros, los españoles, que bien vimos lo mucho que le costó al PP elegir a un líder que aglutinase cierto consenso; o al PSOE, con los bandazos, fracasos, traiciones internas y atípicos logros del actual Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Como para no publicar su 'Manual de Resistencia'.
Incluso en Galicia sabemos lo dificultoso que resultan las sucesiones y las candidaturas. ¿Quién será capaz de perpetuar el liderazgo y la capacidad de proyección de Feijóo en el futuro Partido Popular gallego? ¿Y cómo entender lo mucho que le cuesta visibilizarse a Gonzalo Caballero desde el PSdeG-PSOE? El BNG parece tenerlo más fácil con la pujante e incuestionable Ana Pontón. En cuanto al resto, seguimos aguardando que algún experto en política gallega arroje luz sobre el futuro aunado o escindido de organizaciones como En Marea, Espazo Ecosocialista Galego, Marea Atlántica, Compostela Aberta, Ferrol en Común, Anova, Podemos, Esquerda Unida, Equo Galicia, Compromiso por Galicia, etc. ¿Acaso no desean unos y otros lo mejor para Galicia? Pues, si es así, ¿cómo se pueden mostrar tantas y tan dispares opiniones y etiquetas?