Nacido de una mujer

los misterios son realidades profundas y complejas. Los seres humanos, acostumbrados a fijarnos en solo alguno de los aspectos de una realidad difícil de entender, nos quedamos con la incomprensión de todo lo que nos resulta complicado, y decimos que “misterio” es algo que no se puede entender. Sin embargo, hay cosas que sí, se comprenden. Aun siendo muy compleja la persona de Cristo, cuando decimos que es “nacido de mujer” queremos indicar que es también hombre, pues ha tomado cuerpo en el seno de María -una mujer-, y del vientre de la mujer sale solo una persona, sea niño o niña.

La 1ª lectura de la Misa de este sábado y de mañana, domingo, del libro de los Números, trata del modo según el cual los israelitas han de bendecir a aquellos a los que aman. Pedirán que el Señor les guarde, que los ilumine, que se vuelque a su favor y que los proteja en todos los caminos que emprendan.

La 2ª lectura, de la Carta de San Pablo a los Gálatas, se fija en la condición de normalidad de la encarnación del Hijo de Dios. El Señor, llegada la plenitud de los tiempos, envió a su Hijo a este mundo, para que naciera de una mujer, en tiempos de prevalencia de la Ley mosaica. Lo hizo de modo que nos liberara del dominio de esa Ley, a favor de considerarnos a todos hijos adoptivos suyos.

El Evangelio según San Lucas refiere la visita de los pastores al niño, en la gruta del nacimiento. Percibieron la verdad de lo que decían del recién nacido, y alababan a Dios y comentaban su experiencia. Por su parte, la Virgen, madre del Niño, conservaba todo lo que veía, guardándolo en su corazón.