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¿Nacionalizar Alcoa?

    ¿NACIONALIZAR o no nacionalizar Alcoa? He ahí el dilema que estará presente en muchos debates durante las próximas semanas. Más allá de la ortodoxia económica hay tres circunstancias que hacen que resucite un verbo que hasta hace poco era anatema. Tenemos a Macron y Merkel impulsando nacionalizaciones parciales mediante ayudas públicas, sin que sientan la menor vergüenza al alterar viejos dogmas. En España la controversia nacionalizadora será un nuevo round entre Calviño e Iglesias y así lo anticipa el vicepresidente populista indicando ayer que no se debe descartar un nuevo INI. Aquí en casa el futuro de Alcoa entrará en la precampaña y la nacionalización será un reclamo electoral que se utilizará profusamente.

    Estamos sin embargo ante un concepto polisémico que engloba realidades muy diferentes. Citábamos el INI del franquismo, un instrumento que sirvió muchas veces para prorratear pérdidas entre todos los españoles y ocultar gestiones casi delictivas. El móvil de algunas de sus operaciones era un paternalismo que buscaba conservar a toda costa plantillas en lugares que el régimen consideraba conflictivos. ¿Quién corrigió ese modelo que agotaba las arcas del Estado para mantener en la uci a industrias obsoletas o faraónicas? La reconversión socialista.

    El Instituto Nacional de Industria, copia del IRI de Mussolini, funcionaba bajo la protección de la autarquía sin tener en cuenta los mercados internacionales, o compitiendo en ellos gracias a la falta de libertades sindicales.

    Algo así es impensable hoy en día. Se puede hacer en China pero no en Galicia. Lo que hacen Merkel y Macron con su industria del automóvil o Lufthansa es muy diferente. Intervienen en compañías que sufren un bache transitorio debido a la pandemia, pero que son sólidas y por lo tanto “curables”. La presencia estatal en ellas se presenta como algo accidental, igual que ocurre en Bankia, y no se sustraen al mercado sino que se someten a él con todas las consecuencias. La nacionalización no es un seguro a todo riesgo. La empresa ha de competir en su sector, como hace Navantia cada vez que acude a un concurso.

    ¿Encaja Alcoa en esta fórmula? Si hacemos caso a las razones de sus dueños para cerrar, la respuesta no es afirmativa. Si el coste de la energía y el mercado del aluminio se mantienen igual la nacionalización no arreglaría nada amén de provocar denuncias de sus competidores, algo que acaba de hacer Ryanair contra las ayudas estatales a la aerolínea alemana. Otra cosa sería si un estudio solvente demostrara que Alcoa es viable con una gestión adecuada. Antes de saber eso echar al vuelo las campanas de la nacionalización es tanto como ofrecer un bote salvavidas averiado. La solidaridad con los trabajadores no justifica proponer alternativa ficticias, sino que exige ideas posibles y aplicables en situaciones similares. ¿Por qué nacionalizar sólo Alcoa y no cualquier otra empresa en crisis? ¿De qué dependería rescatar unas y no otras? Aunque nacionalizar ya no sea una herejía en Europa, sigue siendo pecado alimentar falsas ilusiones. Es lo que empieza a hacerse con Alcoa. Su gente no lo merece.

    29 may 2020 / 00:09
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