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New Deal y coronavirus

    EL 9 de mayo Europa celebraba el 70 aniversario de la Declaración Schuman que dio origen, sólo cinco años después del final de la Segunda Guerra Mundial, a la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, y con ella se sentaban las bases de la UE. Aquel día empezó un proyecto político y genuino único. Una unión de ciudadanos y estados, organizados con base en el Derecho, la democracia y el respeto a los Derechos Humanos, y en el marco de una economía social de mercado que ha garantizado a lo largo de estos años, libertad política, progreso económico y bienestar social. La UE se convirtió en el baluarte de una humanidad necesitada de referentes.

    Este año la celebración ha estado marcada por la pandemia del coronavirus que está dejando un reguero de dolor en toda Europa. Es precisamente en momentos tan duros cuando cobra especial relevancia la existencia de la UE, que desde el principio de la pandemia ha movilizado recursos para luchar conjuntamente contra el virus. 37.000 millones para ayudar a financiar los gastos de la emergencia, el BCE comprará deuda pública por valor de 750.000 millones, se ha suspendido la aplicación de los límites de deuda y déficit públicos del Pacto de Estabilidad, se permiten ayudas de los estados a las empresas, y se generan líneas de crédito del Banco Europeo de Inversiones, y del Mecanismo Europeo de Estabilidad por valor de casi medio billón de euros.

    Estas contribuciones financieras deben constituir la espina dorsal de un nuevo New Deal, como aquel que se puso en marcha en EE. UU. para luchar contra la Gran Depresión, y que se basaba en la creación de un estado de bienestar y el uso de políticas de estímulo fiscal keynesiano cuando las empresas privadas y los hogares no estaban dispuestos a gastar debido a los temores sobre sus perspectivas económicas futuras (precisamente este es el drama que vamos a vivir con esta crisis de incertidumbre).

    Este plan debe incluir además importantes contribuciones económicas, procesos de reformas, que liderados por el Consejo Europeo, la Comisión y especialmente el Parlamento, ayuden a la recuperación de la confianza de la ciudadanía en las instituciones comunitarias, dando respuestas a las crisis sanitarias globales, completando la arquitectura del euro, estableciendo una fiscalidad común, avanzando en la agenda digital, fortaleciendo el sistema de toma de decisiones, acabando con la regla de unanimidad en el Consejo de la Unión y en el Europeo, y dotando de mayor ámbito de codecisión al Parlamento. Son reformas apremiantes que si antes del coronavirus eran necesarias, ahora son imprescindibles y urgentes.

    Durante los últimos 70 años, el mundo ha cambiado radicalmente y el papel de la UE es más crucial que nunca. En un nuevo orden geopolítico emergente y en el contexto de la emergencia sanitaria, nuestra responsabilidad es aceptar convertirnos en una fuerza mundial para la estabilidad y la paz, el Estado de derecho, la sostenibilidad y el multilateralismo, para afrontar juntos los retos y las crisis comunes. En lugar de volver a un egoísmo nacional, el camino a seguir debe ser una Europa fuerte e integrada, que colabore estrechamente con sus socios internacionales en un espíritu de equidad y comprensión mutuas.

    11 may 2020 / 21:13
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