Santiago
+15° C
Actualizado
sábado, 10 febrero 2024
18:07
h

No sé de qué va

    ÚLTIMAMENTE, lo de la política no se de que va. Entiendo que en el juego democrático se busca ganar al otro, electoralmente, claro, para llevar adelante los proyectos propios, tan legítimos los de unos como los de cualquiera. Eso es, básicamente, la democracia.

    Pero esa diputa, que tiene, repito, como única fuente de legitimidad la electoral, no puede resolverse de cualquier manera. Por señalar sólo lo básico, será legítima cuando se desarrolla en un contexto de respeto mutuo. Ni molestar la acción de gobierno ni menoscabar la de la oposición. Nunca, desde luego, negándole a ninguna su mutua legitimidad democrática.

    En política no vale todo. Y definir para uno mismo, cuando está en la oposición, como prerrogativa justificable, el sabotaje, es tanto como negar la legitimidad que a todos, a unos tanto como a los otros, da el voto popular. El que puede apoyarse sobre él para lograr la asunción de las responsabilidades –y oportunidades, eh, también digo–, tiene derecho, como mínimo al respeto.

    Respetar al que gobierna es respetar al pueblo, sin margen para matices. Y negarle ese respeto es tanto como negárselo al pueblo mismo, es decir, pervertir el juego democrático. Y en la otra dirección también, porque no respetar al que no gobierna es un error equivalente. El respeto ha de ser, pues, mutuo.

    Y si no campa esa regla, la política se vuelve sucia, maniobra de truhanes, trampa, entregada nada más que a la búsqueda de ventajas, sin más servicio que el que a uno mismo le aprovecha. Y eso, como no puede ser compartido y menos aún confesado, va directamente contra el debido respeto, ya no sólo al adversario, sino principalmente al votante, al pueblo, si, a todos. Es, pues, una actitud pura y simplemente antidemocrática.

    Lamento que, de un tiempo a esta parte, la política en España se haya manchado tanto como para que parezca que unos no hagan más que hablar mal de los otros, de manera irrespetuosa, incluso, como si fuesen gente de esa que más vale no tener cerca. Mala gente.

    Y no acabo de saber para qué. El fruto más evidente de ese deterioro de las formas es la perdida de confianza en la política, volviéndola extrema y artificiosa, y perdiéndole el respeto a los propios políticos, porque de casi nadie se habla tan mal como de ellos. Ellos mismos, pues, pagan las consecuencias de sus malos modos, llevándose por delante los hábitos más propiamente democráticos.

    Hubo un tiempo en el que yo fui emocionado a la política. No me arrepiento. Pero hoy me lo pensaría dos veces. O más de dos. Y ahora si que me gustaría arrepentirme de lo que digo.

    13 oct 2022 / 01:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    TEMAS
    Tema marcado como favorito
    Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.