Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h

Nos la quitan de los fuciños

El Deportivo de A Coruña, a los celtistas no debe dolerles reconocerlo, firmó una etapa relativamente reciente gloriosa, con una Liga, dos Copas y tres Supercopas en su haber. Pero, detrás de estos innegables éxitos, también se encuentran páginas de amargas derrotas escritas con la crueldad de haberlas cosechado en los últimos minutos. El 1-2 del Rayo Vallecano en Riazor en el 83, que condenaría al equipo blanquiazul a pasarse 20 años sin pisar la primera división; el penalti fallado por Djukic que significó perder la Liga del 94, y, para abreviar, el Albacetazo del pasado junio que lo hunde en la tercera categoría del fútbol nacional. El desenlace inesperado de este último partido por el ascenso desempolvó una célebre frase de uno de los mitos del deportivismo, Arsenio Iglesias, el zorro de Arteixo, curtido en diecinueve batallas ganadas y quinientas perdidas, alertando del peligro de confiarse ante una victoria que parece cantada: “Cuidado con la fiesta, que nos la quitan de los fuciños”, decía con esa expresividad herculina que le caracteriza, como si rumiase antes de la disputa el más duro desencanto que le tocó vivir desde el banquillo de Riazor.

En el campo de la política, el ex de la Xunta y actual líder del PP nacional, Alberto Núñez Feijóo, declarado aficionado del Deportivo, acumula en su sala de trofeos particular cuatro mayorías absolutas consecutivas, obtenidas en las cuatro contiendas autonómicas a las que se presentó. Con este relumbrante palmarés electoral a sus espaldas, el príncipe de Os Peares se presenta en Madrid como un Muhammad Ali del ring dialéctico donde se desenvuelve la actividad pública a la que está dedicado en cuerpo y alma, invicto y sin un rasguño en la cara que dé pistas, siquiera, del camino a seguir por sus contrincantes, como las migas de pan que deberían guiar a Pulgarcito. Feijóo colecciona cuatro triunfos en Galicia, pero antes de dar por finalizada su carrera todavía espera sumar a su currículo el más preciado laurel, la victoria en unos comicios generales. Todas las encuestas publicadas, incluso las elaboradas por las tenazas de Tezanos, señalan la posibilidad cierta de que pueda conseguirla el próximo año, aproximadamente por las Navidades, pero ¡ojo con la fiesta!, como diría Arsenio Iglesias, y cuidado con un zorro aún mayor que el de Arteixo, el presidente Pedro Sánchez, decidido a arrebatarle el ansiado premio al aspirante gallego cuando ya éste empiece a degustarlo delante de sus mismos fuciños.

Feijóo aguarda esa gloria a la que muchos le ven predestinado un poco como Arsenio esperaba cada domingo los tres puntos para su Superdépor, con una táctica conservadora que saca petróleo de cada fallo del rival. Puede que sea un plan inteligente, teniendo en cuenta la que en estos momentos está cayendo, presentar a Sánchez como lo que es, un torbellino de sensaciones y experiencias que parece que atrae todos los acontecimientos imposibles habidos y por haber. Ya no se trata de si el presidente sucumbe ante el cúmulo de desgracias que le toca lidiar o sabe salir a flote con cierta dignidad y coraje, sino de meterle el miedo en el cuerpo a los ciudadanos para que reflexionen si merece la pena continuar con una persona que parece el pararrayos de todas las debacles inimaginables. Todo español tiene ante sí una meditación obvia: si en tres años con él en La Moncloa nos cayó una pandemia nunca antes vista en el planeta, una contienda bélica que nos retrotrae a la inflamable Guerra Fría y una inflación de otras latitudes, ¿no hace falta ser exageradamente osado para dejarlo gobernar otra legislatura?

Puede que sea la mejor estrategia, repetimos, callar y sentarse a ver pasar el cadáver de tu enemigo por la puerta. Pero tanto conservadurismo conlleva también sus riesgos, pues resulta que, tras la bochornosa caída de Casado, la derecha española no esperaba a otro Rajoy con su catenaccio parco en palabras (a veces ininteligibles), sino al Amancio que se fue del Deportivo al Real Madrid para deleitar las tardes del Santiago Bernabéu y ganar la sexta Copa de Europa con aquel equipo yeyé.

Sánchez lo sabe y por eso, cuando empieza a lanzar propuestas de calado ante el otoño que se avecina, no sólo lo hace para intentar sacar el país adelante, sino también para obligar a Feijóo a salir del área y demostrar si sabe o no estirar las piernas. O, para ser exactos, la lengua. Desde que se fue a Madrid, la elocuencia del ex jefe de la Xunta sufre una morriña que desluce todas sus intervenciones hasta el punto de que a Sánchez le conviene tirarle de la sinhueso para rebajar grados a la temperatura de la euforia popular.

Ahora mismo, se dan las circunstancias socio-políticas para la victoria del PP, pero soportar la presión del imprevisible Sánchez durante todo un año se le puede hacer molto longo a un Feijóo al que, como un ciclista fuera de su ruta habitual, le cuesta reencontrarse con su golpe de pedal verbal. Más que noventa minuti en el Bernabéu.

12 ago 2022 / 01:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
TEMAS
Tema marcado como favorito
Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.