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Nuestra amiga China

    LA rivalidad entre EE.UU. y China es evidente y nadie la ignora. Sin embargo, no tengo clara la necesidad que tiene la UE de enfrentarse a un socio comercial que tantos beneficios nos ha dado y nos sigue proporcionando. Hasta podría decir lo mismo de Rusia, que, a fin de cuentas, será siempre nuestro vecino euroasiático, y nos aportaba unos recursos energéticos esenciales y a un precio más que competitivo. No hay nada que pueda justificar la invasión rusa de Ucrania. Pero me pregunto si nosotros, como europeos, hemos hecho lo suficiente para atraer hacia nuestro proyecto común, ejemplar y democrático, un régimen que despreciábamos y criticábamos, al tiempo que amparábamos y piropeábamos desde gobiernos como el español a regímenes mucho más ruinosos, sangrantes y opresores de América Latina y Oriente Medio.

    La Cumbre de la OTAN de Madrid y su nuevo Concepto Estratégico han dejado por escrito, sin embargo, una clara enemistad con el gigante asiático que, humildemente, no sé hasta qué punto nos beneficia a los europeos. Y no hablo sólo del hecho de propiciar y desviar los mutuamente beneficiosos vínculos comerciales eurorrusos hacia China (principal socio comercial de la UE y, sobre todo, de Alemania), sino incluso de la posibilidad de enfrentarnos, desde los países europeos, al contexto comercial que más beneficios nos aporta, pese a saber que sus voraces tentáculos comerciales pueden resultar tan provechosos ahora, como arriesgados a medio y largo plazo.

    Quienes hemos viajado a China, y conocemos cuánto y cómo trabajan nuestros colegas de sus universidades y empresas, sabemos bien que no hay nada que exista en el mundo que no se haga allí mejor, o igual de bien y a mejor precio que en este mundo occidental que, por alguna razón, consideramos superior al resto.

    EE.UU. lo descubrió hace tiempo. Y, aun así, se ha mostrado incapaz de contrarrestar la pujanza asiática. De ahí que trate de buscar socios que minimicen o neutralicen a un rival directo que es capaz de superar su tradicional hegemonía financiera, comercial, estratégica y ya hasta casi militar. Por eso opino que ese pretendido orden mundial ‘bipolar’ no debe nunca influir ni coartar a una UE con potencial para diseñar un mundo, por fin, ‘tripolar’.

    Incluso hay países supuestamente verdes y sostenibles como España que, habiendo renunciado a la energía nuclear o a la que emana de las minas de carbón, confían en unos paneles solares, y en unos semiconductores, turbinas y componentes que, curiosa y paradójicamente, provienen de China. De ahí la inoportuna y pretenciosa visita a Taipéi de Nancy Pelosi para, tras provocar un caos sobrevenido e indeseable, terminar diciendo que Washington se mantiene al margen de la pretendida independencia de Taiwán. Más problemas para los europeos no, por favor.

    07 ago 2022 / 00:01
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