Nuevas patologías

POCAS cosas hay tan difíciles como analizar el presente. Quizás porque carecemos de lo que Gadamer denominó “conciencia histórica”, esa distancia temporal imprescindible para poder comprender el mundo que nos rodea. El día a día nos atrapa de tal modo en sus redes que nos deja sin tiempo para pensar reflexivamente.

Las propias actividades que la sociedad actual practica para llenar el tiempo de ocio son enajenantes. Los macro-botellones, en los que el abuso del alcohol parece ser el centro de la diversión, son tan solo un ejemplo. Otra patología asociada a esta enajenación, cada vez más precoz, de la persona es la adición a los videojuegos, capaz de anular la capacidad de relación social de muchos niños, envolviéndolos en una realidad virtual profundamente solitaria. Muchos psicólogos han hablado del “síndrome de Peter Pan”: el deseo vehemente de negarse a crecer, de manera que nadie quiere considerarse viejo, aunque lo sea por edad. Un fenómeno que lleva a buscar en la moda una forma de prolongar indefinidamente la juventud.

Son muchas las personas que viven instaladas en la exterioridad, apoyándose en la capacidad que ofrecen las redes sociales para compartir la intimidad. Este narcisismo digital es otro de los indicios de una sociedad que vive permanentemente hacia el exterior, aunque no el único. El automóvil es, más que un vehículo para viajar, un objeto diseñado para mostrar el éxito personal y el triunfo social.

Algo parecido podría decirse de la metamorfosis que han sufrido los teléfonos móviles, creados inicialmente para la comunicación y que logran incomunicarnos a través de una saturación informativa. Una tiranía tan sibilina que la aceptamos como una forma de libertad.

La sociedad actual tiene valores innegables: la sensibilidad ecológica, la solidaridad, la sostenibilidad,... pero también problemas que hay que afrontar.