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¿Obsesión enfermiza?

    partiendo de que la PREMISA (afirmación o idea que se da como cierta y que sirve de base a un razonamiento o una discusión) es que un alcalde debe defender antes de nada los intereses de sus vecinos, coincidimos con Abel Caballero en que todo vale para que los vigueses acaben votándole. Lo seguirán haciendo si sus propuestas les satisfacen y está visto de que su discurso funciona; no hay nada más que ver el impacto de la iluminación navideña.

    Le va muy bien en la confrontación con el resto de Galicia a quien un día fue nombrado hijo adoptivo de A Coruña; funciona la vía localista, esa idea de ciudad-estado, en la que lo de fuera no hay que tenerlo en cuenta.

    Su bestia negra es Alberto Núñez Feijóo y, por elevación, la Xunta... a pesar de que Vigo es la ciudad mejor tratada; al ser la mayor de Galicia merece esa consideración y nadie lo cuestiona. Pero últimamente Abel tiene una preocupante obsesión con Santiago: reclama un estatuto similar al de la capitalidad, se obceca con el aeropuerto de Lavacolla, denuncia las inversiones (más bien modestas) que se acometen en Compostela y rechaza de plano todo lo que significa el Camino de Santiago... hasta el extremo de impedir la señalización de la ruta portuguesa a su paso por la ciudad. Un desastre, vamos.

    Pero ahora rizó el rizo: dice que impuso a Renfe que los Alvia Vigo-Madrid y viceversa no paren en Santiago y se desvíen por Conxo. En su obsesión enfermiza alega que con eso defiende los intereses de los vigueses, sin caer en la cuenta de que perjudica a más gallegos. De su delirio no tiene toda la culpa, los máximos responsables de Renfe no deberían permitirlo. Y punto. Es de locos. aNTÓN TRABANCA

    17 jun 2021 / 01:00
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