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Orbán, Vox
y los rusos

    EL más transigente europeo con Putin, Orbán, ganó las elecciones en Hungría. Tiene ese aspecto tosco de aquellos soviéticos de Hollywood de pensamiento dirigido que arrastraban las erres en las comedias de la Guerra Fría. Con él, un Wilder o un Lubitsch habrían hecho sonreír al espectador, pero también con nuestros iliberales de izquierda, incluso Sánchez, que enseñó la patita PSOE bajo la puerta y devoró a la abuelita socialdemócrata de Caperucita.

    Tras la guerra de Putin, descubrimos que Podemos por pacifista no resistiría al franquismo –con la lata que dieron con esto–, y supimos que en el Gobierno y Parlamento el déspota tiene sus partidarios, como los tuvo Stalin. Por otra parte esa especie de carlismo no foralista de Vox. Iliberales todos ellos más o menos que significativamente intercambian a veces electorado.

    El propio Abascal (que lucha contra la corrección política a su modo gritón y más efectista que efectivo al que no siempre falta razón), daría juego a Hollywood con su puntiaguda barbilla negra de profeta intransigente. Pero hablaba de su amigo Orbán, tolerante con el brutal nacionalismo ruso.

    Hungría fue siempre un país culto desde tiempos de Sándor Petöfi (nacionalista romántico, su Rosalía de Castro), con buenos escritores, sufrido ante la barbarie antijudía nazi y soviética, esa que ya olvidaron los nacionalistas Orbán y Abascal, aunque no trato de equiparar aquí sus voces tradicionalistas con los grandes escritores políticos húngaros que dieron en Occidente testimonio de la barbarie del siglo XX manteniendo la conciencia de los derechos civiles, como Sándor Márai o Arthur Koestler.

    El primero contó la entrada rusa en Budapest, las violaciones y brutalidad de los liberadores de unos nazis que ya habían destruido esta próspera ciudad. Incidió en ello otro escritor húngaro y judío como él, Koestler, más difícil de comprender porque vivió en el idealismo de la “flecha en el azul”, y en su elevado misticismo luchó por la fraternidad humana como dirigente de la Internacional, y, desengañado ya, en un recio anticomunismo. Le cito mucho y me alegro de que Vargas Llosa le hiciese justicia al escribir sobre este gran liberal.

    Les decía que Orbán (y Abascal) ganaron en Hungría, y perdieron, hasta cierto punto, los liberales como Márai y Koestler que creían que el peligro tras los nazis vendría de un imperialismo totalitario ruso que, al devorar sus límites territoriales, dejaría tras de sí un rastro criminal.

    12 abr 2022 / 01:00
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