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Ordenanzas municipales irritantes

    HAY varias ciudades en España que son famosas por la calidad de las tapas que se ofrecen en los establecimientos de restauración acompañando al consumo de bebidas. Los bares, en esos sitios, compiten entre ellos con el fin de atraerse una disputada clientela. Una de estas ciudades es Santiago, en donde se pueden degustar excelentes tapas ofrecidas junto con las bebidas. Otra ciudad conocida por sus magníficas tapas es Granada. Es muy frecuente que los que van a viajar a esas ciudades consulten con los naturales del sitio sobre donde son mejores las tapas. A mí no es la primera vez que algunos conocidos que piensan viajar a Santiago me preguntan en donde se come bien y a un precio ajustado, pero sobre todo se interesan por los sitios en donde dan buenas tapas. No es el primero que me ha dicho que en tal bar, si te tomas dos cervezas ya has comido por lo abundante de las tapas que ponen. La tapa es una tradición española famosa desde siempre, muy conocida y apreciada en aquello países de los que recibimos la mayoría de los turistas.

    Por otra parte, desde hace bastantes años he observado que los políticos tratan cada vez mas de organizarnos la vida a los ciudadanos a veces de una forma irritante. Cada día que pasa, nos sorprende las declaraciones de algún político sobre como quieren que sea nuestra vida cotidiana, incluso con prohibiciones sorprendentes, porque se meten en asuntos que comprometen la libertad de la gente, cosa que a mi me enfada superlativamente.

    El otro día tuve la oportunidad de leer en la prensa, que D. Francisco Cuenca, alcalde de Granada por el PSOE, pretende nada menos que prohibir que en los establecimientos de hostelería de allí se sirvan gratuitamente las clásicas y tradicionales tapas que se dan con las bebidas. Yo me pregunto, en que lógica se basa y en que ley se apoya este alcalde para prohibir una actividad comercial que no va en contra de la salud de los consumidores ni perjudica a nadie. No sé la razón que a este preclaro munícipe le ha llevado a pensar en querer proclamar legalmente semejante barbaridad, inmiscuyéndose en la libertad de los profesionales de hostelería en el desempeño de su actividad profesional. No creo que sea para proteger las ganancias de los hosteleros, como si por ofrecer las tapas graciosamente junto con las bebidas fueran a perder dinero. No sabe este socialista con cargo público que los profesionales ya han echado sus cuentas y que el precio de la consumición junto con la tapa, además de cubrir el gasto del producto, pagar el alquiler del local, la luz, los impuestos y el sueldo de los empleados, les deja su justa ganancia. Ni que decir tiene que los dueños de bares y cafeterías, se han opuesto rotundamente a esta medida. El caso es que cada día que pasa, la libertad de los ciudadanos se ve mas constreñida por hechos similares. Los ciudadanos debemos denunciarlos públicamente y oponernos contra ellas luchando con uñas y dientes antes de que la mente preclara que ha parido una de estas idea la lleve a la práctica.

    No me extrañaría que si el alcalde llevara a la práctica esta peregrina idea y fuera legal hacerlo, los hosteleros, que no son tontos, si antes cobraban dos euros y cincuenta centavos por una consumición –por ejemplo– ahora pasaran a cobrar dos euros y cuarenta y cinco céntimos y otros cinco centavos por la tapa, si la desea el cliente, que siempre la va a querer. Como resultado la cosa habría cambiado para que siguiera igual.

    Al paso que vamos llegará el día en que algún político, siguiendo su costumbre de organizarnos la vida, se le pueda ocurrir imponernos el color de los calcetines que llevemos según sea el día de la semana.

    18 abr 2022 / 01:00
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