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Paula

    EL Pontevedra y el Dépor se enfrentaron este fin de semana a un partido amistoso. Antes, igual que ocurrió en el resto de partidos de varias puntas del planeta, se guardó un minuto de silencio por el fallecimiento de Maradona. La orden venía de arriba, de la Federación. La misma que todavía no ha dado rango de profesional a la liga femenina.

    Mientras todas las jugadoras, manos a la espalda y semblante serio, aguardaban de pie el final de los sesenta segundos hubo una que se quedó sentada y de espaldas. Se llama Paula Dapena y ha decidido que no tiene nada que rendirle al Pelusa.

    Maradona era, es y será un ídolo futbolístico y, para muchos, un ídolo personal. La representación de cómo se nace en la nada y a base de talento se consiguen esas metas que contaba Diego Armando de pequeño a los micrófonos de la prensa local. Siempre será historia del fútbol y uno de los mejores de la historia, el mejor dirían algunos.

    Pero a nivel personal su comportamiento deja mucho que desear. En un país en el que se ensalzan los valores y el ejemplo ofrecido por deportistas como Rafa Nadal o como Andrés Iniesta, con Maradona se ha aplicado una especie de perdón divino, el perdón a la mano de Dios. A Paula lo que más le movió para dar la espalda al impuesto minuto de silencio fueron las acusaciones de violencia de género contra el astro argentino.

    Sobre el césped de Abegondo, Paula representó muchas cosas. Primera: la lucha feminista no siempre es tan genérica y aplaudida como en el 8 de marzo. Segunda: ejerció su libertad de expresión respetando la libertad de sus compañeras que, en pie, homenajearon al futbolista. Tercera: se atrevió a expresar lo que muchas y muchos habían pensado sin decirlo en voz muy alta ya que no está bien visto ofrecer la cara b de un ídolo de masas. Cuarto –argumento robado a una compañera–: ha conseguido que se hable del otro lado, que se debata. Y lo hizo en la semana del Día Internacional contra la Violencia de Género. Lo que la futbolista gallega mostró en el campo también lo plasmaron entre líneas personas que eran amigas íntimas de Maradona.

    Una de ellas fue Jorge Valdano, que en su columna en El País el día del fallecimiento escribió: “Fue el fatal recorrido desde su condición de humano al de mito, el que lo dividió en dos: por un lado, Diego; por el otro, Maradona. Fernando Signorini, su preparador físico, tipo sensible e inteligente y, posiblemente, el hombre que mejor le conoció, solía decir: Con Diego iría al fin del mundo, pero con Maradona ni a la esquina. Diego era un producto más del humilde barrio en el que nació. A Maradona lo sobrepasó una fama temprana”.

    A Valdano nadie lo ha amenazado de muerte.

    02 dic 2020 / 00:00
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