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Pongamos que hablo...

    ALLÁ donde se cruzan los caminos de la derecha y de la izquierda, habita una ultraizquierda que acusa a la ultraderecha de ser extremo radical de una realidad de la que ellos se confiesan parte moderada.

    Allá donde se cruzan los caminos de la información y de la posverdad, existe un periodismo que siempre se posiciona de parte, queriendo hacer creer que su sesgo se justifica tras no sé qué justicia social. Pero, por más que nos guste la playa, hay lugares donde el mar no se puede concebir. Y un debate, es un debate, no un monólogo del día después.

    Y un insulto, es un insulto, no una discrepancia o una subida de tono. Que haberlas, como las meigas, las ha habido siempre. Porque, por más que el fugitivo siempre desee regresar a su casa, que visto el trato recibido no es de extrañar, como decía un conocido mío: “los churros no se deben mezclar con la Meninas” mi querida Angels. Que de tanto reclamar parece que nos hemos quedado tontos.

    Hablando de reclamar. Allá donde se cruzan los caminos nos quejábamos del exceso de puertas giratorias. Es para quejarse. ¡Qué manía de poner puertas a los caminos! Pero ahora que el deseo viaja en ascensores y, en vez de en un par de vueltas, te recoloca por propulsión en los altares del poder con sólo un par de fakenews y dos posts de marketing, el único agujero que nos queda al común de los mortales, inmersos en un mar de propaganda en el que ya es imposible diferenciar el agua de la sal, es debatirnos entre el rincón de la duda y el de la fe ciega. ¡Vaya pedazo elección que nos deja la vida en sus rincones! Menos mal que siempre nos quedará Simón para arrojar algo de luz sobre nuestras dudas...

    Y es que cuando los pájaros visitan al psiquiatra más que nunca y las estrellas se olvidan de salir cada noche, en un cielo cansado de ver pasar cada día a la muerte en ambulancias blancas, tanta incertidumbre nos mata... Nos mata no ser capaces de distinguir las amenazas de las oportunidades teñidas de amenaza. Nos mata no poder disponer de medios creíbles que nos permitan diferenciar la mentira de la verdad.

    Nos mata el exceso de información que se nos extiende con el único pro-
    pósito de desinformarnos. Nos matan las infinitas promesas incumplidas.
    Nos matan las promesas de libertad insatisfechas en un contexto cada vez
    más controlado.

    Termino parafraseando las palabras de David Beriáin: “La suerte es tener a tu alrededor a personas que te quieran de la forma más hermosa que se pueda querer: libre”. Pongamos que hablo de respeto en vez de amor y entenderás lo que quiero decir. DEP.

    29 abr 2021 / 01:00
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