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¿Por qué quieren prohibir el trabajo sexual?

    NO sé si es una discusión que alcanza a toda la sociedad. Quizás solo sea parte de unos pocos círculos en los que me he acabado moviendo tras cinco años de vida universitaria en una de las facultades más politizadas y menos críticas de la ciudad. Sin embargo, en este ambiente de idealistas que creen que todos los problemas del mundo se pueden solucionar con una mayor inversión estatal, sin plantearse siquiera de donde saldrá esa inversión realmente, el debate sobre la ilegalización de la prostitución es algo recurrente, sobre todo en estos momentos en los que la crisis, en los que plataformas como OnlyFans están favoreciendo la comercialización de contenido sexual entre particulares.

    Más allá de la pornografía casera que se vende en OnlyFans, encuentro que buena parte de los argumentos en contra de la regularización de la prostitución son de carácter ético: “No es ético acostarse con una persona que no quiere hacer lo propio contigo, aunque esta acepte hacerlo de forma voluntaria”. Cierto. Nadie lo niega, sin embargo hay muchas cosas que no son éticas, pero que son legales.

    No son éticas las becas basura, ni que tras cotizar toda una vida nuestros mayores se encuentren con una pensión que difícilmente les permite vivir. No es ético que no se den oportunidades laborales a los jóvenes o que la edad de jubilación sea cada vez más alta. Pero es legal. Y es legal porque ilegalizar todas estas prácticas conllevaría acciones más injustas, como subir los impuestos, o condenar a los jóvenes al desempleo.

    El segundo argumento más utilizado suele ir dirigido a la gran influencia del crimen organizado en el sector del sexo, sobre todo con respecto a las mujeres, ya que estadísticamente los hombres que se dedican a la profesión más antigua del mundo suelen tener unas condiciones laborales mucho más favorables: “El 90 por ciento de las prostitutas de España son víctimas de trata”. Cierto y muy lamentable. La cuestión está en cómo solucionar ese problema.

    No hay motivos para pensar que la regularización de la prostitución vaya a aumentar los delitos de trata. Todo lo contrario, las mujeres tendrán menos miedo de denunciar a sus captores ante la policía si la actividad que llevan años desarrollando está regulada. El simple hecho de penalizar la prostitución no hace que los delitos que están vinculados a la misma desaparezcan, simplemente que la actividad se esconda más y que, probablemente, se ofrezca en peores condiciones. Al igual que prohibir las drogas no ha acabado con los sangrientos delitos ligados al narcotráfico, simplemente ha conseguido que los narcos se escondan más y que la droga sea de peor calidad.

    Así, me gustaría que todos aquellos que creen que prohibir y subvencionar es la solución a cualquier problema, ofreciesen alternativas útiles. La mayoría de los críticos de la regulación del trabajo sexual, apuntan que, si no fuera por la necesidad económica, nadie querría dedicarse al trabajo sexual. Y apuestan por medidas de inclusión laboral y social que permitan a estas mujeres encontrar alternativa fuera de las calles a su precaria situación. Es, a todas luces, una solución humana, necesaria y muy acertada, pero es también una solución para la que no es necesario prohibir ninguna actividad. La mejor forma de ayudar a las prostitutas es legalizar su actividad. El por qué los hombres que se dedican a la prostitución no precisan, de momento, esa ayuda, es un debate para otro día.

    28 oct 2020 / 00:00
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