Presupuestos

LA aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para el año que queda de legislatura ha sido una mala noticia para la derecha. Desde que Pedro Sánchez accedió a la presidencia del Gobierno, PP, Vox y Cs han venido soñando con diversas fórmulas para hacerle caer. Han fallado en todas. El Gobierno Frankenstein, contra todo pronóstico, no se ha roto en los tres años de andadura, el apoyo del resto del arco parlamentario a la investidura se ha solidificado, el respaldo de la UE a las políticas socialistas ha sido un clamor... y la coalición de gobierno, contra todo mal augurio, ha aprobado los PGE sin fisuras, sin hablar gallego, euskera o catalán en la intimidad. Un mal tropiezo para quienes veían en ello un acortamiento de la legislatura.

Los presupuestos son el principal instrumento de un Gobierno para llevar a buen puerto sus políticas. De ahí que ninguna corporación pueda sacarlos adelante sin pasar por los plenos parlamentarios municipales, provinciales, autonómicos o del Estado. De ahí que los grupos de la oposición de cada estamento traten de devolverlos o arañar partidas que sirvan a sus intereses o ideologías. Este es el justo juego democrático, lo grave reside en que, desde la insolidaridad con el territorio al que representan, obstaculicen el camino en lugar de ejercer cuanto debieran ser buenas prácticas de leal oposición. Una reposición cada año más sonora en todos los otoños para descrédito de la política.

El equipo de Pedro Sánchez no se ha visto obligado a prorrogar los presupuestos de este 2022 como las plumas agoreras deseaban. Gracias a ello la implementación de las políticas sociales, tan necesarias en estos momentos de apocalipsis –que no lo es– seguirán su curso, continuaremos a la cabeza de Europa en la creación de empleo, en el descenso de la inflación, en la reducción de la astronómica deuda que nos legó el dúo Rajoy-Montoro, en la concordia con Cataluña, en la distribución y empleo de los fondos europeos, que tanto le hubiera gustado gestionar a la derecha encabezada por Núñez Feijóo. La realidad lo mantendrá en el banquillo un año más. Los sueños, sueños son.