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Problemas del primer mundo

    HACE tiempo un amigo me dijo que los míos eran problemas del primer mundo, me extrañó en su momento, no lo había visto así nunca, reflexionando sobre lo acertado de la apreciación, introduje una nueva categoría en mi barómetro de problemas, desde entonces a la nueva medida asignaría todos aquellos problemas que yo me habría creado atendiendo a los usos y costumbres sociales. Es decir, aquellos que no eran tales desde la perspectiva de otro orden de valores distinto al que la sociedad occidental había inculcado en mí.

    Hace unos días la Comisión Europea escenificó a través de su guía de lenguaje inclusivo un buen ejemplo del tipo de problemas de los que le hablo, una guía, que aunque de existencia fugaz, animaba a felicitar las fiestas en lugar de la Navidad para no herir las sensibilidades religiosas. Por favor, hasta qué punto estamos llegando?

    Estoy convencida de que mi sensibilidad cristiana no se vería ofendida porque una persona judía me felicitase el Hanukkah, o una persona con creencias musulmanas el Eid al Fitr, cosa obviamente distinta es que me lapidasen en la plaza del pueblo por no compartir sus creencias, eso sí es un problema real y no la falsa apariencia de respeto que han pretendido vender como integración.

    Exigir el respeto a los derechos humanos a todos aquellos con quienes comerciamos como país tendría mucha más repercusión o, al menos, sería mucho más coherente y puede que mucho más efectivo, como decía Cecilia en una de sus célebres composiciones, “al son del clarín tan solo baila el que quiere, al son del dinero dime quién quien no se mueve”... Mientras tanto cerramos los ojos y los oídos y nos sentimos reconfortados con nuestra guía de lenguaje inclusivo para felicitar las fiestas.

    Mientras tanto, miles y miles de niñas y mujeres siguen siendo víctimas de mutilación genital y de matrimonios forzados fuera y dentro de nuestras fronteras por increíble que parezca, en este futurista s. XXI y miles de ciudadanos se enfrentan a la vulneración de sus derechos 73 años después de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Mientras tanto la Comisión Europea intenta solucionar algo animando a felicitar las fiestas en lugar de la Navidad.

    Últimamente tengo la sensación de que hay quien se afana en ver problemas irreales a los que buscar una solución fácil y plausible y no verse obligados a abordar los verdaderos y enfrentarse, entre otras cosas, a la deriva de intolerancia y falta de empatía que amenaza nuestra paz social y nos deshumaniza. La cuestión no es eliminar aquello que nos diferencia sino enseñarnos a mirar por encima de ello.

    Puede que algún día centremos nuestros esfuerzos, por fin, en enseñar a la ciudadanía a ser tolerante con las ideas, opciones y creencias ajenas y tajante con las violaciones de las libertades y derechos del prójimo aunque no compartamos nada más que el ser personas, entonces puede que dejemos de suspender en convivencia, que llevamos tiempo encadenando fracasos.

    10 dic 2021 / 01:00
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