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¿Qué es Patrimonio?

    HACE unos días se conmemoraba el 35 Aniversario de un frío día de invierno de 1985, cuando tres arquitectos Rafael Baltar, Luis Fernández Galiano y Xerardo Estévez (arquitecto/alcalde) defendían la candidatura de Santiago para ser incorporada a la lista de la aristocracia del patrimonio mundial. Este cuenta que tras su exposición se hizo un silencio y sonó un fuerte aplauso dirigido a una ciudad que impresionó al comité. La declaración de la UNESCO de Santiago Ciudad Patrimonio de la Humanidad, sirvió de pretexto para refundar el Real Patronato y crear el Consorcio, instrumentos claves en la reconstrucción o construcción de la ciudad contemporánea y en su “patrimonialización”, que supone según Estévez, “colocar el pasado en presente y prepararlo para el futuro”.

    La expresión “Patrimonio de la Humanidad” da vértigo y en eso pensaba un día al salir de casa, en ese crepúsculo matutino en el que la ciudad aparece semidormida y tan apagada como mis fuerzas. Ese momento en el que las farolas alumbran las aceras y la niebla filtra las luces de los coches que se mueven a su ritmo, que no es el mío. Cuando el Casco Histórico entra en ebullición y empieza el trajín de gentes que van y vienen, y el semáforo de San Roque, que impide o autoriza mi paso, me muestra el amanecer que ilumina la imponente fachada de Santo Domingo de Bonaval (¡qué fotografía si hubiera buen fotógrafo!).

    Las panaderías te regalan su aroma a pan caliente, que disfrutas como si fueses un fumador de buenos habanos. Los camareros se afanan en preparar las terrazas, limpian las mesas y expulsan a los gorriones descarados que reclaman su parte del botín. Por la Algalia te cruzas con un noctámbulo que regresa clandestinamente a su guarida, al que miran con sorpresa la pareja de octogenarios que camina con prisa. Ella presumida se atusa el pelo más blanco que gris, recogido en un moño sobre la nuca, mientras saludan al párroco que pasa rápido porque las campanas ya tocan a misa.

    La Plaza de Cervantes es testigo del afán de los repartidores por reponer lo que la fiesta consumió la noche anterior. Mazarelos es lugar de encuentro de señoras que van a la Plaza (¡al que madruga Dios ayuda! como decía siempre mi abuela al despertarme los sábados para hacer lo propio) y los placeros que visitan a clientes para recoger pedidos o cobrar lo servido. Esta es zona también de estudiantes de colegio, donde si uno no tiene prisa puede disfrutar mucho poniéndose al día sobre música y youtubers, conflictos de patio convertidos en tragedias adolescentes y amores furtivos.

    Por la Rúa del Villar caminan excitados turistas y peregrinos (los primeros son lo segundo aunque no lo sepan) que miran con ojos de asombro a derecha e izquierda, mientras se acercan a la meta que no les dejará indiferentes. En Fonseca los jardineros se esfuerzan por adecentar un jardín, que miran de soslayo los universitarios, sólo preocupados porque a las nueve toca anatomía o estadística y no se puede llegar tarde. Tardo veinte minutos en recorrer las calles, veinte minutos de una maravillosa sinfonía que me conduce a la Catedral, la más impresionante de la cristiandad, la misma que desde niño me seduce y sublima. A sus pies me planto y pregunto ¿Qué es patrimonio? Y una voz me responde con fuerza: todo es patrimonio, las personas, los edificios y hasta el dulce perfume de la rosa mística de piedra que nos rodea, como diría Valle-Inclán.

    10 dic 2020 / 00:00
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