Santiago
+15° C
Actualizado
martes, 23 abril 2024
16:11
h

Que pase el siguiente

    aseguraba Manuel Vázquez Montalbán que las verdaderas pasiones a lo largo de la existencia te visitan en tan contadas ocasiones que, cuando te las encuentras en tu camino, sería muy poco inteligente no vivirlas intensamente. No lo decía pensando, precisamente, en un contexto político, pero también para este ámbito podrían valer sus sabias palabras. El particular devenir de la vida pública catalana colocó a la actual generación de políticos nacionalistas en un momento de máxima vehemencia histórica, con tanta emoción por la independencia rigiendo sus días y sus noches desde una cúspide que se les antoja alcanzable, que no van a renunciar fácilmente a escalarla y sentir la fascinación de que los escolares del futuro reciten sus biografías junto a las de Francesc Macià y Lluís Companys. La nueva mayoría que firmaron el domingo es un peldaño más en esa ascensión anímica imparable que ni Rajoy ni Casado ni Rivera ni Arrimadas ni Sánchez ni Illa pudieron frenar, si bien los dos últimos todavía no fueron eliminados de la mesa de juego.

    La victoria del exministro de Sanidad refuerza la importancia de las personas, y también evidencia la del azar, en los procesos electorales. Nadie cuestiona que con Miquel Iceta, candidato hasta el 30 de diciembre, el PSC se hubiera quedado lejos del éxito obtenido. Y lo quiera o no aceptar la derecha –y el soberanismo–, es otro triunfo personal de Sánchez, que de la mano de Iván Redondo organizó esta operación renove desde su despacho monclovita.

    Fue un cambio de cromos muy oportuno, bien ideado y perpetrado, aprovechando el puente aéreo Madrid-Barcelona, pero que sólo fue posible por la llegada previa de un fatídico viajero procedente de un enlace chino que nos contagió de coronavirus. Sin la participación del murciélago de Wuhan, sin la pandemia, nadie hubiera descubierto las potencialidades que atesoraba Illa, que hubiera pasado por el Ministerio sin pena ni gloria, que fue para lo que en realidad lo nombró Sánchez. Este presidente, al que no hay que quitarle el mérito de saber amoldarse siempre a las circunstancias con suma perspicacia, si montase un espectáculo circense –aparte del político, que es gratis, aunque vive de él–, los imitadores de pájaros desarrollarían alas para volar.

    A Sánchez es difícil tumbarlo porque incluso de sus jugadas más absurdas –y esta en absoluto lo fue, sino todo lo contrario, fue un movimiento maestro– saca una renta inesperada. En 2019, se empeñó en conducir al país a la repetición de las elecciones generales sólo por doblarle el brazo a Pablo Iglesias, que le exigía la coalición de Gobierno a cambio de mantenerlo en la Presidencia. Fracasó estrepitosamente en su objetivo, tal vez porque el líder de Podemos es doctor en los másteres que estudió Redondo, pero sin pretenderlo le endosó a su principal rival de la oposición, Pablo Casado, dos derrotas consecutivas en su historial en apenas seis meses, cuando Aznar y Rajoy sudaron cuatro años para que lucieran en sus currículums.

    Esos dos tropiezos hacen ahora más indigerible su debacle en Cataluña. El PP necesita con urgencia un líder capaz de ganar. De absorber a Cs y de frenar a Vox. Y sí, todas las miradas se posarán en Feijóo. Es ahora o nunca.

    16 feb 2021 / 01:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego
    TEMAS
    Tema marcado como favorito
    Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.