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Queridos Reyes

    LOS Magos de Oriente, los bíblicos, digo. Los únicos de los que me he fiado toda mi vida, a pesar del pertinaz olvido del Scalextric. Que si fuesen los de la Constitución, sólo el título me resultaría un esfuerzo insalvable. No por republicano –una etiqueta tan devaluada y ajada para los que tengan menos de cuarenta como la de monárquico para los que tengan menos de sesenta– si no por pura esencia democrática.

    Porque creo que deberíamos elegir a quienes tienen la capacidad de intermediar, influir, alterar o manipular nuestra existencia como ciudadanos desde cualquier estamento o institución pública. Porque otorgarle ese enorme poder a alguien exige examinarlo cada cierto tiempo para evitar abusos e injusticias.

    Sin ese botón de emergencia me da el mismo repelús la república que algunos defienden a cuchillo, desde la trinchera ideológica, que la monarquía que otros defienden a sable envueltos en la bandera.

    Pero no quiero desviarme de mi propósito, que no es otro que mantener la tradición de enviar una carta a sus Majestades con mis deseos. Como en aquel tiempo en que mi familia –al unísono– cultivaba nuestra ilusión por la noche del cinco de enero. Tradición que yo mantuve con mi hijo.

    El primero es obligado este año: que los científicos y sanitarios, esos que hace poco hacíamos emigrar y los mirábamos con desdén cuando se manifestaban, nos devuelvan la sonrisa, los abrazos y los besos. Como los que se fueron víctimas del virus es imposible traerlos de vuelta, que nuestra conciencia no nos permita olvidarlos o arrinconarlos en un frío número del INE.

    La segunda –y esta es más difícil que la bicicleta en su momento– que este país no pierda la última oportunidad para subirse al tren de la Europa con fortaleza económica, la del bienestar, por la mezquindad y mediocridad de nuestra clase política. De un Gobierno que se hace oposición a sí mismo, que no busca más unidad que la que le exige su interés existencial cortoplacista. De una oposición rebajada a las veleidades y dislates de una presidenta autonómica, ante la ausencia o incompetencia del titular.

    No hay margen de error y muchas empresas y personas se están jugando caer en la miseria y la exclusión. El crucial momento y el volumen de las ayudas y créditos del plan de la UE exige un consenso más amplio y la intervención de los mejores técnicos. El planteamiento actual es un suicidio y en primavera comenzará la debacle económico si nadie lo remedia.

    Que 2021 sea por fin el año en que nos centramos en lo importante. Y les pongo un ejemplo: ¿importan realmente los nueve euros que debatimos en la subi-da del SMI o importa la bajaproductividad, el fraude en las bajas y el desempleo, el lastre de las
    indemnizaciones, la falta de cualificación en muchos sectores, etcétera?

    A los sindicatos y a la ministra decirles que son millones de autónomos y pequeños empresarios los que sufren las prerrogativas que tienen los malos trabajadores. A los empresarios que no defiendan actitudes irregulares de grandes corporaciones que atentan contra derechos básicos del trabajador o contra su dignidad.

    Que cuando está en juego el sistema de vida de millones de personas dejemos a un lado debates tan abiertos como extemporáneos, que sólo profundizan en nuestras diferencias. Que el partidismo y frentismo político no nos impida ver que habrá un tiempo más adecuado para abordarlos. Los políticos son los primeros que deben respetar el estado de alarma que nos han decretado.

    Ahora es un buen momento para reconstruir un país y una Europa más justa donde, por ejemplo, unas grandes empresas –como las compañías aéreas– puedan no devolver el dinero que les adelantaron sus clientes porque las abocaría a la bancarrota, mientras se permite que cientos de miles de pequeñas empresas lo pierdan todo. Sin que todavía se esté legislando para no volver a dejar a millones de ciudadanos en la impotencia, sin su dinero. O para afrontar el desafío de las migraciones con honestidad.

    En resumen, queridos Melchor, Gaspar y Baltasar, más que oro, incienso y mirra cargad vuestros camellos de salud, sentido común y de la solidaridad necesaria para salir del mayor desafío vivido por la humanidad desde la Segunda Guerra Mundial. Todo lo demás, incluido el Scalextric, puede esperar a mejor momento.

    05 ene 2021 / 00:00
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