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Relecturas

    Cuando un aficionado a la lectura va cumpliendo años y alcanza una edad acaba tropezando con un problema ineludible: la relectura. Por supuesto que suele haber una serie de autores que le acompañan de manera más o menos permanente, pero me refiero a esos libros que se han leído hace tiempo y que a veces uno tiene ganas de revisar. A todo esto debe añadirse la posibilidad de una cierta fatiga que nos hace remolones o perezosos para meternos con tanta novedad que aparece en las librerías.

    Por todo ello el lector común acaba repartiendo su escaso tiempo, tempus fugit, como buenamente puede; aquí no hay reglas y cada uno tiene su librillo. En estas vueltas hacia el pasado podemos tener gozosos reencuentros y también decepciones; el lector ya no es el mismo, se está haciendo de forma continua, y hay que suponer que va ganando experiencia con el tiempo.

    Así me he encontrado algo contrariado al volver a algunas novelas de Baroja que había devorado de joven. Cosas que pasan. Pero otras veces el resultado es muy diferente; en una segunda lectura disfrutamos más que en la primera y encontramos aspectos y detalles que nos hacen ver una determinada obra bajo una luz más intensa y enriquecedora.

    Esto me ha pasado a mí leyendo de nuevo La vida perra de Juanita Narboni de Ángel Vázquez. Con esta novela sucede algo curioso. Fue publicada en 1976 y reeditada varias veces desde entonces; ha tenido una versión cinematográfica, un tanto libre, y existe un documental sobre su autor titulado precisamente La vida perra y sin embargo podemos afirmar que se trata de una obra olvidada.

    Claro que también podríamos decir que nunca ha dejado de tener grandes admiradores. Toda la novela es un prodigioso monólogo de una mujer, hija de inglés de Gibraltar y española, que vive en Tánger. Está estructurada en dos partes y algo más de cincuenta unidades narrativas.

    En la primera parte, las unidades van y vienen en diferentes épocas de la vida de Juanita; no están fechadas pero podemos datarlas por los acontecimientos históricos, estrenos de películas o citas de canciones de moda. A partir de la novena unidad el tiempo es lineal y avanza inexorable hacia un final ominoso que en los últimos años se desarrolla en el Marruecos independiente, cuando todo el oropel de la ciudad otrora internacional se desploma de golpe, acabando de paso con aquella sociedad glamurosa, llena de colorido y en la que sobreviven gentes venidas de toda Europa y aún de América.

    Juanita Narboni es una mujer insegura, reprimida sexualmente, profundamente infeliz en su vida familiar y social, que desde pequeña ha sido incapaz de enfrentarse a la existencia. A través de su voz asistimos a la historia de la ciudad desde la época del protectorado español hasta la independencia.

    Ella se mueve entre las colonias extranjeras de ingleses, italianos, franceses, sefardíes. Su relación con los árabes nativos es marginal, reducida al trato con criadas y servidores. El lenguaje utilizado es importante; una recreación de la “yaquetía”, el español de los sefarditas de Tánger, que en palabras del propio autor es el resultado de la mezcla del castellano antiguo con el hebreo, con el árabe y el portugués.

    Y añado yo, salpicado todo ello con la utilización de las lenguas cultas europeas. Ángel Vázquez fue un hombre de vida marginal. Ganó el Planeta en en 1962. Tuvo trabajos esporádicos y era frecuentador de tabernas.

    Acabó muriendo en una pensión de la calle Atocha de Madrid, en 1980, después de haber quemado parte de su obra no publicada. Escritor “maldito” pero de calidad reconocida y autor de una obra desigual. En mi opinión La vida perra de Juanita Narboni es una de las grandes novelas españolas del S. XX. No sé lo que le deparará el futuro y como será considerada por las nuevas generaciones, pero yo creo que perdurará, en la medida en que las obras literarias lo hacen.

    Aunque su personaje tiene elementos de su madre yo diría que también los tiene de él mismo; homosexual de vida azarosa y sexualidad complicada. A su muerte el editor Lara pagó los gastos del entierro con el dinero de los derechos de autor que Vázquez no había retirado. Un Tánger ya desvanecido y sus gentes. Fabulosa.

    01 ago 2022 / 01:30
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