Reprimir, mejor que prevenir

LOS confinamientos y cierres de poblaciones son la expresión de un fracaso. Del fra-
caso de unas administraciones públicas inoperantes que no adoptaron a tiempo las medidas preventivas y necesarias cuando comenzó hace ocho meses esta pandemia de la covid. Ahora, todos los ciudadanos padecemos los efectos de estas incapacidades de unas autoridades sanitarias que a duras penas pueden aún hoy atisbar cuál es la trayectoria del virus.

El fracaso de unos políticos ya sean de los gobiernos autonómicos o del Gobierno central que han antepuesto sus cortoplacistas intereses partidarios sobre el acuerdo y el consenso comunes.

Unos gestores públicos que no se han esforzado siquiera por explicar con la intensidad requerida un catálogo de recomendaciones precisas para que los ciudadanos pudiéramos prevenirnos contra la enfermedad y para que voluntariamente todos tomáramos conciencia de los riesgos de este maldito coronavirus.

Porque, queridos lectores, siempre es más fácil reprimir que prevenir; siempre es más cómodo para el responsable público tirar del “ordeno y mando” que disponer un plan imaginativo de actuaciones que, claro, exige inteligencia y capacidades. Siempre es menos arriesgado pasar la patata caliente a los jueces cuando el que gobierna no está seguro de la legislación a aplicar.

El resultado de esta pési-ma política pública salpica
el mapa de una España con-
finada, con unos ciudadanos impedidos de comunicarse
y de poder ejercer su dere-
cho fundamental a la liber-
tad de circular por todo el territorio nacional.