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Respeto mutuo

    HACE ya varios meses que se está extendiendo el hábito ya no de contradecir al adversario, que hasta sería saludable, sino incluso a cualquiera que se ponga delante, negándole la “legitimidad” –que pongo entre comillas para resaltarla, porque merece la pena para decir lo que voy a decir–, que no es señalar la discrepancia sino ir más allá: negarle incluso el derecho a decir lo que quiera decir. Pues eso es deslegitimar: no reconocer.

    Así, se niegan unos a otros la posibilidad de la convivencia democrática, que consiste, precisamente, en poder discrepar sin que ello implique una falta de respeto. He ahí el intercambio de insultos de que se queja Feijóo o la reiterada alusión al presidente del Gobierno como dictador, filo terrorista, quebrador de la patria y no sé cuantas cosas más. La falta exagerada es una de las principales representaciones del irrespeto.

    Por ese sumidero se va todo. Y basta con que uno empiece, porque es dificilísimo que el otro no conteste en los mismos o parecidos términos. Viene a ser el “y tú más”, tan improductivo como hiriente. Un “vamos a llevarnos mal” aunque sea sin saber por qué. Poner palos en las ruedas de la democracia, que no puede funcionar sin la voluntad recíproca, firme y nítida de la disponibilidad al encuentro, por parcial que sea.

    Bueno, pues España, de un tiempo a esta parte, está bajando el tobogán de ese deterioro convivencial. No sería esta la primera vez, que hay quien dice que también pasó algo así en las vísperas de nuestra última guerra civil.

    Y aún no queriendo dejarme llevar por esta comparación que, como todas, puede ser odiosa, diré que, al menos a la vista de lo que solemos llamar reglas de la buena educación, sin llegar más allá, dejando a un lado –y perdónenme por eso– la salud de la democracia, todos deberíamos ser conscientes de que esa es una senda equivocada. Equivocada de ida y, frecuentemente, imposible de vuelta.

    Y la gente lo ve. Quien más quien menos se declara decepcionado por la forma en que se está perdiendo el buen comportamiento entre los políticos. Y entre otros personajes con trascendencia social, como los miembros de instituciones de alto rango, dejándose politizar incluso más que ellos. Hay pocos inocentes en esto. Pero aún hay más perjudicados, que somos prácticamente todos los demás.

    Ya que estos días andamos deseándonos felicidad los unos a los otros, ¿no podríamos desearnos también respeto mutuo? Responsabilidad, aunque solo sea. Buen hacer. Cualquier cosa, aunque sólo fuese por prevenirnos del retroceso político que nos arrastre a lamentables tiempos pretéritos.

    29 dic 2022 / 01:00
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