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Riesgo de pobreza

    TENEMOS un gran problema de salud, sin duda alguna, un gran problema estructural también (la pandemia lo ha demostrado), pero lo que se avista en el horizonte es la consecuencia inmediata de todo ello: el gran problema económico. De grandes hundimientos nos hemos levantado. No sólo los más recientes, sino los que siguieron a las grandes guerras, con las ayudas pertinentes, o incluso al 29, hace casi un siglo. Por el medio, golpes de todo tipo, algunos momentos de euforia y, de pronto, la tensión como única forma de vida. No es un camino de rosas, la verdad. La seguridad que nos venden, o que nos imaginamos, no es tal. Ahora sabemos que no podemos aspirar a ella, y que el mundo, quizás más que nunca, está sujeto a vaivenes de todo tipo, por mucho que nos las prometiéramos muy felices, ahítos de arrogancia. Quizás la pandemia nos baje los humos.

    El virus sigue ahí, al parecer con menos intensidad, pero el gran debate de la economía ya se abre camino. Lamentablemente, la acción política no termina de ajustarse a las demandas de la nueva modernidad. Es un asunto global, no vayan a pensar. Sea por una cuestión de liderazgo (o más bien de ausencia de él), sea porque el discurso de la realidad termina anegado por los rifirrafes ideológicos, porque en eso también seguimos en el pasado, lo cierto es que se echa de menos un plan complejo, alejado de superficialidades y de ideas de poco calado. Una vez más se demanda la acción de los expertos. Y esta es otra de las derivadas del virus que puede cambiar el mundo. Hay que volver a la gente que sabe, a la ciencia, al conocimiento, no a los que hablan más alto, a los que hacen más propaganda o a los que dominan el arroyo turbulento de las redes sociales. Seguramente aquí esté otra de las enseñanzas: pero no estén tan seguros de que se vaya a tener en cuenta.

    La Unión Europea parece que, al fin, comienza a pensar en cómo salir de todo este embrollo. Me alegro, porque Europa tiene que marcar la pauta, todo esto va con ella, va con Bruselas, no puede inhibirse, ni tampoco perderse en pulcras recomendaciones que no lleven aparejadas soluciones. En las últimas horas se reabre la esperanza de un acuerdo sobre el rescate europeo, sobre todo de los países más afectados (España, Italia, Francia). Las palabras de Gentiloni suenan bien, pero se necesitan mecanismos adecuados. La flexibilidad fiscal aparece en el horizonte: es decir, la ausencia de recortes. Tenemos experiencias recientes en sentido contrario, y ya vemos cómo la desigualdad creció exponencialmente. El virus ya nos ha cogido inmersos en esa pavorosa desigualdad. Lo que ha conseguido en hacerla más profunda.

    ¿Van a volver a pagar los desfavorecidos? Recuérdese que tenemos colas de gente que busca lo elemental para alimentarse a diario: en el Primer mundo. Recuérdese la pobreza infantil, que crece exponencialmente. Recuérdese el riesgo de exclusión de muchas personas. La imposibilidad de acceder a la educación por las debilidades crecientes de las familias: esto no podemos permitirlo en Europa. Recuérdese la fragilidad que ha llegado también a las clases medias, que son el corazón productivo de un país. No sólo hay un riesgo de “disparidades regionales”, como dice Gentiloni. No. Hay un riesgo de pobreza constatable.

    21 may 2020 / 23:37
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