Rumi

HAY ocasiones en las que reproducir de forma literal lo que otros han dicho, sin interpretaciones, justifica con creces la falta de originalidad de un artículo. Por muchas veces que se haya transmitido con anterioridad, hay reflexiones de sabios que siempre tienen el don de la oportunidad. Este es el caso de Rumi (1207, Afganistán-1273, Turquía), maestro sufí y uno de los más importantes poetas persas de la historia. Se preguntaba Rumi:

¿Qué es la madurez espiritual? Es cuando se deja de tratar de cambiar a los demás y nos concentramos en cambiarnos a nosotros mismos. Es cuando aceptamos a las personas como son. Es cuando entendemos que todos están acertados según su propia perspectiva.

Es cuando se aprende a dejar ir. Es cuando se es capaz de no tener expectativas en una relación, y damos de nosotros mismos por el placer de dar. Es cuando comprendemos que lo que hacemos, lo hacemos para nuestra propia paz.

Es cuando uno deja de demostrar al mundo lo inteligente que se es. Es cuando dejamos de buscar la aprobación de los demás. Es cuando paramos de compararnos con los otros. Es cuando se está en paz consigo mismo.

La madurez espiritual es cuando somos capaces de distinguir entre necesidad y querer y somos capaces de dejar ir ese querer... Por último y lo más importante. ¡Se gana la madurez espiritual cuando dejamos de anexar la felicidad a las cosas materiales!

Siguiendo una de sus máximas cuando decía, “eleva tus palabras, no la voz. Es la lluvia lo que hace crecer las flores, no los truenos”, esta semblanza de un sabio, hemos decidido concluirla elevando sus palabras sobre la inigualable forma que tenía de entender la razón de vivir y el posterior anhelo que provoca la ausencia:

“Antes de que la muerte se lle-
ve lo que se te ha dado, da lo que tienes para dar”. Cuando este-
mos muertos, no busques nues-
tra tumba en la tierra, pues has
de encontrarla en el corazón de
los hombres”.

Y es en el corazón de la gente de bien, donde Rumi se ha quedado instalado para siempre.