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Salvador Illa toca de oído

    VALLE Inclán tiene que estar gozándola con la escuela que creó. El esperpento se ha instalado en nuestras vidas como un elemento más con el que hemos de convivir. El problema es que los protagonistas del esperpéntico argumento son nuestros gobernantes. Siempre defendí que un ministro no tiene por qué ser un técnico en la materia que gestiona y hay múltiples ejemplos en España y en el mundo que justifican esta afirmación. Un ministro con sentido común y bien asesorado puede desarrollar una tarea impecable pero el caso que nos ocupa, el de nuestro ministro de sanidad, no cumple estos requisitos. Me cuentan que es un ministro de “cuota”, un pago al PSC y que por ello le asignaron un Ministerio sin contenido y prácticamente sin competencias y por lo tanto su presencia en el Gobierno sería testimonial.

    Claro que no contaba Sánchez con que le cayera entre sus manos una pandemia del calibre de la que tenemos encima. Es cierto que Illa aporta talante, es un hombre tranquilo que mantenía las formas hasta que se encontró con Ana Pastor que en sede parlamentaria le sacó los colores y le anunció que su tiempo había pasado con más pena que gloria. Entonces Illa sacó su genio, hasta entonces contenido, y afirmó, calculo que, sin pensarlo, este aserto: “Ante una situación excepcional tenemos que tomar medidas excepcionales” y no digo yo que no sea cierto, pero siempre dentro de la ley y nunca al margen de ella. El TSJ de Madrid le ha dado la razón a la presidenta Ayuso en su recurso contra la decisión controvertida de confinar Madrid por carecer de soporte jurídico y el ministro le ha metido un gol a su presidente que este no digirió bien. No se trata de negar que Madrid, como otras comunidades, no precisen de medidas extraordinarias, de hecho, la presidenta madrileña tras ganar su recurso al Gobierno central, se apresuró a pedir a los madrileños que eviten desplazamientos en este puente festivo y, aunque hay quien se lanzó a denunciar la contradicción de recurrir el confinamiento perimetral de la capital de España y a renglón seguido pedir a sus ciudadanos que limitasen sus movimientos no hay, a mi juicio, contradicción alguna. Les pondré un ejemplo clarificador: en los tiempos en los que ETA asesinaba, todos estábamos de acuerdo en que había que acabar con la banda terrorista, pero la inmensa mayoría entendimos que la manera no era crear, desde el Gobierno, otra banda terrorista y, aún claramente en contra de ETA, no aprobamos tal aberración.

    Illa, filósofo él, no tiene por qué saber de medicina y de hecho no sabe y tampoco de derecho, que tampoco sabe, pero es que en este caso a su ignorancia le sumó prepotencia y despreció el criterio de juristas que le advirtieron de la ilegalidad de su decisión. Tampoco atendió la petición de Feijóo que hace más de dos meses pidió que se legislara para poder gestionar la pandemia desde las autonomías con recursos y cobertura jurídica, facilitando la cooperación entre Gobierno central y autonómicos. Al ministro “cuota” quisieron sentarlo en un sillón, pero lo subieron a un elefante. No se puede entrar en una orquesta profesional y tocar de oído porque, en este caso, desafinar cuesta vidas. Mientras, la ciudadanía vive en la confusión, el desconcierto y la incertidumbre y mucho me temo que ya no nos fiamos de nada ni de nadie. Que Valle sepa perdonar este esperpento de negras sombras.

    13 oct 2020 / 00:00
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