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Santa Marta de Ribarteme

    LA decisición del párroco de Ribarteme de prohibir los ataúdes con devotos dentro en la procesión del día grande de la santa ha tenido repercusión incluso en medios nacionales. El uso ritual del ataúd se encuentra con frecuencia en el siglo pasado en las celebraciones religiosas gallegas porque fue usual en iglesias y santuarios donde ya desapareció. Se documentaba particularmente en el sur de Galicia, donde Santa Marta de Ribarteme era simplemente el santuario en el que el uso simbólico del ataúd era más popular.

    El párroco justifica esta supresión de ataúdes en la procesión por los numerosos forasteros atraídos por tal singularidad, y decía: “Me dedico a evangelizar, no a fomentar supersticiones, folklores y brujerías.”

    Se trata a mi juicio de un gran error. Es evidente la presencia de forasteros atraídos por una tradición sorprendente porque hoy ya no se la comprende –el párroco el primero–, pero ello no debería implicar su pérdida. Imagínense en qué quedaría la peregrinación si el Cabildo de la catedral de Santiago la cerrase porque creyese observar demasiados turistas, negocios y folklore en torno a la peregrinación.

    El umbral es un símbolo mayor de transformación y los contornos del ataúd delimitan el umbral de la muerte que el oferente no traspasó pero de la que estuvo cerca, proximidad que simbólicamente el ataúd perfila y enmarca. En el Barroco, devotos con aura de santidad pasaban en un ataúd varias horas al día. No es el caso aquí: no se preparan devotamente para la muerte sino que agradecen el que juzgan milagroso rescate de ella en el umbral mismo de la puerta al más allá.

    Regresan vivos de ese marco mortal que el ataúd expresa y muestran su gratitud a la santa por su rescate. Otros objetos pueden simbolizar este umbral mortuorio, como cubrirse con una túnica-sudario (Figueiró, etc.) para indicar el umbral ante el que se estuvo pero no se traspasó.

    Es como si la Iglesia hubiese perdido contacto con lo simbólico en la modernidad. Los viejos símbolos de la tradición religiosa popular no son mero folklore, superstición o brujerías. Éstos sí se encuentran a veces en relatos tenidos por ortodoxos. Por eso debería ser obligada para los clérigos la lectura de libros como Decadencia. Vida y muerte de Occidente de Michel Onfray, duro repaso –más o menos preciso pero no disparatado–, a la historia del cristianismo y el Islam.

    02 ago 2022 / 00:36
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