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Se nos van a pares... ¡Jesús!

    PERMÍTEME, director, dos o tres palabritas en tu vetusto papel glorioso, que a esta invito yo. Déjame NO olvidar a uno que no era uno más. Que manejó el lenguaje y el arte de la entrevista por chicuelinas, elegantes; o a puerta gayola, cuando era menester. Que logró hacer del silencio un delicioso premio, y no la indiferencia de la grada. Que hizo que nuestra Ava Gardner, Rocío, ya operada de lo feo, moviera con salero el abanico en el tendido del siete durante su última charla pública con un amigo.

    El Loco le echó el flotador a todos los desdentados y desheredados de Andalucía, y del mapa patrio. Y se trajo a su palestra con pañuelo en el cuello la zona del alma de la farándula que no querían enseñar. Se alió con el misterio de las madrugadas, y lo multiplicó por seis. Las salpimentó con su acento de andaluz, corregido. Nos imantó al aparato y se empleó con una parsimonia casi obscena; una que ya no existe en esta era del dislate y de las redes, que nos capturan como peces. E hizo feliz al cuñao menos cuñao de España. Y a todos los que le veíamos o le escuchábamos.

    Jesús Quintero. Oasis culto en nuestro desierto yermo de letras y palabras. Extraña mixtura entre Carlos Herrera y Fernando Arrabal. Cordura contra locura. Donde el horizonte de los medios se pierde para fundirse con el cielo de la literatura. O algo así.

    Brotó del injerto aquel una rama que creció y creció durante años en radios y teles. Que nos envolvió a muchos. Que envolvió también las murallas nazaríes de la Alhambra y de la Torre del Oro. Que se extendió por las riberas de su río Tinto, y que entró en los hogares de la España toda.

    Pero estoy enfadado. Mucho.

    Mataste, Jesús, una parte del niño que yo era. Ya no volveré a correr con pantalones cortos hacia tu colina con árbol verde y pozo blanco, como el nene que ha quedado con su primera novia. No volveré a escuchar a hurtadillas, para que mis padres no abroncasen el trasnoche, el transistor de soñar la vida que aún no era.

    Jesús Quintero. Los grandes son capaces de matar épocas y los locos se mueren como quieren. Aunque no sean de Bilbao, sino de San Juan del Puerto. Él prefirió a un osado como compañero de viaje.

    Quiso a Ángel Casas para que le pusiera sintonía en directo de BB King a su pasaje y un toque de picante en forma de striptease al final del espacio... de la vida. No se me ocurre mejor manera para su adiós que el de su propia despedida al Loco de la Colina versión andaluza y televisiva. Dijo él: “Te deseo felices sueños. Ahora me voy a contestarme yo mismo, no sé en qué lugar, las preguntas que le he hecho durante todo este tiempo a los demás”.

    Si para eso no estamos en este oficio, Jesús, ¡que baje Dios y lo vea!

    05 oct 2022 / 01:00
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