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See you never, míster Trump!

    QUIZÁS por el capricho del destino al mismo tiempo que John Fogerty (Berkeley, California, 1945) presentaba Weeping in the promised land (Llorando en la tierra prometida), una representación del entroido yanqui se adelantaba al calendario para enterrar el Felipiño en el Capitolio; aunque la intención fuese sacarlo a hombros por la puerta grande.

    Les invito a escuchar el tema del que fuera cantante y guitarrista de la mítica banda Creedence Clearwater Revival
    –música de ayer, de hoy y de siempre– porque, además de escuchar una buena canción, Fogerty habla del 2020: “del clima político, de Black Lives Matter, Covid y todo lo demás que ha ocurrido este año. Los amigos se están muriendo, estamos atrapados en casa, de hecho estamos llorando en la tierra prometida”. En él hace referencia a un faraón vacío, sin más plan que engrandecerse y mantenerse; que siembra la infamia. Un buen epitafio para el surrealismo anaranjado y peligroso de Donald Trump.

    La comitiva fúnebre, que representaba a un buen número de estadounidenses y pretendía recrear en suelo patrio lo que sus mandatarios auspiciaron en Chile o Panamá, mucho antes en Cuba, nos mostró que incluso en el país más orgulloso de sus libertades todo se puede desmoronar si no se valora y mejora cada día la calidad democrática del sistema. El 11 de septiembre de 2001 cayeron dos torres en New York y murieron miles de inocentes, pero se acrecentó el orgullo de una nación. El 6 de enero de 2021 se desnudó un farsante en Washington y ensució la imagen de su país ante el mundo. Estados Unidos tiene graves conflictos sin resolver ocultos en los pliegues de su historia y ha bastado la verborrea de un faraón menor para rozar el caos.

    En España la degeneración de los llamados partidos tradicionales propició la entrada de formaciones más radicales en el Parlamento. Pero lo más grave es que crearon escuela con su forma de hacer política, con la mentira constante, el agravio permanente y la infamia en cada palabra. En esa tesitura se explica, por ejemplo, el esperpento político creado sobre un tema tan simple como la vacunación. Repetir –como Trump hizo con el supuesto fraude electoral– que este gobierno es indigno o tildarlo de Frankenstein es atentar contra los principios democráticos del sistema; polvos que traerán lodos. La democracia tiene mecanismos para corregir a un mal gobierno si lo hay, pero no son el insulto o la agitación de las masas. Si queremos un futuro estable la discrepancia política de hoy no puede generar odio.

    18 ene 2021 / 00:00
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