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Sensacionalismo a la carta

    CONSEGUIR la atención del consumidor se ha convertido en el maná del siglo XXI, noticias falsas, morbo y mucha polémica para retener nuestra atención y buscar la reacción de una audiencia ansiosa de emociones.

    La ausencia de empatía y la necesidad de circo en nuestras vidas han hecho que la violencia y la desgracia se vuelvan virales, es una de las crueles enseñanzas que impregnamos ya en los más jóvenes, el resultado, palizas en streaming a cambio de likes, sin sentimientos, sin compasión.

    Pero el morbo puede ser un poco más sutil, aunque igual de dañino, una reportera retransmite en directo cómo la lava engulle en directo una vivienda y con ella los recuerdos y el hogar de una familia, como si fueran un mero espectáculo, se disfraza de información para apaciguar nuestra conciencia y la suya.

    Si de verdad necesitamos este tipo de contenidos para entender el drama de lo que está pasando es que nuestra humanidad esté realmente en busca y captura.

    Presentadores compitiendo por ver quién se acerca más a la lava o quién consigue la entrevista más desgarradora, el testimonio más triste, la historia más lacrimógena. Pero si hablamos de sensacionalismo se me vienen a la cabeza algunas de las primeras imágenes que recuerdo con nitidez aunque inconexas y desordenadas en mi memoria, con el tiempo volví a buscar la historia, se llamaba Omayra, tenía 13 años y sus últimas horas de agonía fueron televisadas y documentadas sin reparo ni sonrojo. Muchos aún recordamos la expresión de esa niña desahuciada bajo los escombros de otro volcán, el Nevado del Ruiz, de Colombia.

    Después vino el caso de las niñas de Alcácer y sus autopsias en formato late night. Nos repetimos que “eran otros tiempos”, pero aún hoy en día desgracias, desapariciones y asesinatos atroces con todo lujo de detalles comparten programa con los últimos líos del famoseo. El share manda y la industria sabe que desgracias ajenas y cotilleo en vena tienen el interés asegurado.

    No es nada nuevo, el morbo vende desde tiempos inmemoriales, para muestra el éxito de las ejecuciones públicas en los
    cadalsos de antaño, pero ahora el sensacionalismo entra en nuestras vidas en multicanal y en horario ininterrumpido desdibujando el hecho de que se trata de personas reales,
    de historias humanas. El dolor entra por nuestras pantallas aun a riesgo de inmunizarnos.

    Es la pescadilla que se muerde la cola, consumimos lo que nos ofrecen y nos ofrecen lo que consumimos, y así sigue girando la rueda, nos llegan titulares que son un 70 por ciento de morbo y un 30% de información y lo peor es que no pocas veces nos convertimos en altavoces de esa parte incompleta de información que nos gustaría que fuese cierta.

    La industria conoce nuestras pasiones y se vale de ellas, sin reparos, en la sociedad del autoegaño consciente y el morbo creciente.

    02 oct 2021 / 01:00
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