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¿Sin novedad?

    EL coronavirus y el confinamiento consiguiente convirtieron estas elecciones autonómicas, en Euskadi y Galicia, en eventos políticos percibidos por la ciudadanía en una especie de segundo plano, o eso me pareció. No es desdeñable la política, pero lo primero es la vida misma. Dicho esto, que un caluroso domingo de julio se convirtiera en la fecha elegida finalmente otorgó a los comicios, aún más, esa atmósfera un tanto difusa, obligada por las circunstancias, incluyendo, claro es, las peculiaridades escenográficas de la campaña. Vistos los resultados, tanto en una comunidad autónoma como en la otra, cabría titular que no hay mayores novedades, salvo alguna cosa: pero me temo que esa sería una conclusión demasiado fácil. Demasiado inocente.

    Todo discurrió sin mucho ruido, en tono menor (más allá de los asuntos derivados de los rebrotes en A Mariña, que, sin duda, crearon polémica). Las elecciones circularon por debajo del imperioso ritmo de la actualidad, de los mil vaivenes de los días que corren. Ese oleaje cotidiano, ese desgaste anímico del que al parecer no podemos librarnos, hizo que, paradójicamente, estos comicios autonómicos se dibujaran mediáticamente sin muchas alharacas. Tal vez la gente anda a otra cosa. Sin embargo, la querencia playera, humanamente explicable, no fue una tentación definitiva, y eso en plena canícula tiene mérito. Ese órdago solar fue superado, creo, con unas cifras quizás aceptables para el momento. Aunque con el paso del día la participación se fue moderando, hasta quedarse en apenas un 59 por ciento.

    Comparando ambas elecciones, uno llega a la conclusión de que mientras en Euskadi ha primado la diversificación (entra Vox en el parlamento, por ejemplo), Galicia ha regresado a esquemas parlamentarios anteriores, menos complejos. La simplificación se ha producido, a la manera tradicional, con la salida (en cuanto a representación se refiere) de Galicia en Común y el ascenso, muy notable, del BNG de Ana Pontón. De alguna forma, estas elecciones post confinamiento parecen dibujar un panorama reconocible antes de la emergencia de Podemos, aunque, claro es, con la nada desdeñable particularidad de que el BNG se sitúa ahora como segunda fuerza política por delante del PSOE. Esto último ha sido, nadie puede discutirlo, lo verdaderamente novedoso (aunque predecible según algunos analistas que escuché anoche: no sé si en tan alto grado). Es decir que, a pesar de las victorias amplias de Feijóo, sobre todo, y de Urkullu, se puede decir que novedades sí que hubo. Y tendrán que leerse políticamente, claro está.

    A la espera de esas lecturas, que vendrán, y que algunas de ellas serán a buen seguro en clave estatal, ayer las televisiones cerraron la noche con esa misma sensación de levedad veraniega, con ese aire de tono menor que demanda, más que cifras y datos, la dulce caricia de una playa solitaria (va a estar difícil), algo que sin duda nos vamos mereciendo. Otra cosa será, quizás, septiembre. Frente a TVE y la autonómica, que se movieron en esa línea de contención escenográfica, Ferreras volvió a activar su mesa favorita, la de cada día, pero salvo las novedades reseñadas, la cosa quedó ahí, esperando futuros debates. Mientras caía la noche tropical.

    13 jul 2020 / 00:04
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