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Sobrevivir en un mundo líquido

    RECUERDO perfectamente el comienzo de la crisis del 2008, era septiembre cuando llegó la caída de Lehman Brothers, y con ella una especie de dominó que hizo más palpable esa economía globalizada en la que ya nada nos resultaba ajeno.

    A mí, particularmente, este suceso me cogía arrancando mi trayectoria empresarial. Recuerdo repetirme una y otra vez la mala suerte de haber escogido ese momento para emprender, lo repetía como una especie de mantra fatal. ¿Dónde estaba ese futuro prometedor que la sociedad había vendido a mi generación?

    En el 2008 aprendimos que ni siquiera las empresas más estables eran inmunes a las circunstancias y entre todos aprendimos a cambiar el enfoque. Las estructuras ya no eran importantes, más bien al contrario, se convirtieron para muchas empresas en pesadas cadenas a la hora de afrontar una reinvención que se presentaba imprescindible.

    Me atrevería a decir que la gran mayoría de las empresas cambiamos expectativas, reajustamos los modelos de negocios y aprendimos eso de que el que no avanza inevitablemente retrocede. A cambio descubrimos nuevas capacidades y experimentamos en nuestra propia piel eso de que siempre que se cierra una puerta se abre una ventana, puede que incluso con una perspectiva más atractiva que la anterior.

    Eran solo los prolegómenos de la liquidez que impera en estos nuevos años 20, tan distintos a los de hace un siglo.

    En realidad llevamos tiempo nadando en esa “modernidad líquida” que Zygmunt Bauma acuñó para describir la perpetua inestabilidad que caracteriza el mundo en el que vivimos, ese en el que un futuro ya no es “para siempre”.

    Fluir con las circunstancias y adaptarnos lo más rápido posible para seguir siendo útiles y competitivos. El presente ya es de aquellas organizaciones que son capaces de sentirse cómodas con el cambio, sin estructuras pétreas y con líderes versátiles y audaces, equipos multidisciplinares que se crean en función de cada proyecto y con predisposición a la cooperación y a la generación de sinergias.

    La del 2008 resultó no ser una crisis más, muchos lo repitieron, estábamos frente a todo un cambio de modelo. De aquellas turbulencias salieron algunas de las empresas que hoy se presentan como líderes indiscutibles en sectores reinventados, y no sólo por sus facturaciones millonarias, sino porque han irrumpido en la vida de los ciudadanos hasta el punto de cambiar nuestra forma de relacionarnos, de movernos, y por supuesto, también de comprar.

    Vienen tiempos fugaces, afrontamos ahora una nueva normalidad de duración incierta, nuevos comportamientos que implican nuevas necesidades y, correlativamente, nuevas oportunidades en las que enfocarnos siempre que sepamos verlas. Fábricas que se reconvierten y puestos de trabajo que se redefinen... Es la edad líquida.

    Toca asumir, y cuanto antes mejor, que las herramientas de ayer no sirven ya para mañana, puede que ni siquiera para hoy, somos las empresas de ese porvenir aún por definir. De nuevo mucho por aprender pero también cimas por conquistar. La crisis del año 2008 hizo a nuestras empresas adaptables, la de ahora de 2020 las volverá líquidas.

    25 may 2020 / 23:21
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