Solidaridad y libertad

EN un ensayo titulado Pandemia, escrito a toda prisa por el filósofo Slavoj Zizek, hallamos un alegato de un nuevo comunismo como forma de afrontar el problema desde el punto de vista económico, social y político. Zizek descarta la socorrida explicación de que en la base de la pandemia esté la globalización, el mercado capitalista, y toda la retahíla de males asociados a una visión liberal de la sociedad.

Tampoco cree que la epidemia sea un castigo, tan sutil como atroz, a una humanidad desaforada a la hora de explotar los recursos naturales. La explicación, para él, es mucho más sencilla: la pandemia ha sido el resultado de la pura contingencia. Una desgracia que nos ha unido a todos los países de la tierra pues, como Martin Luther King decía “Puede que todos hayamos llegado en diferentes embarcaciones, pero ahora estamos todos en el mismo barco”.

La solución de aislarnos ha sido un parche necesario para detener el avance del virus, pero no su solución definitiva. Primero porque hace falta descubrir la vacuna que nos proteja definitivamente y, después, porque hay que curar el desastre económico provocado, sobre todo en aquellos países que partían de una posición más endeble. Mas ¿por qué el comunismo? Zizek llama comunismo a la nueva solidaridad incondicional y coordinada a nivel global que tenga como objetivo la supervivencia de todos, algo parecido a la compaña de márquetin que en 1968 estrenaron los catalanes para culminar la Sagrada Familia: “entre tots l’acabarem”.

No faltan políticos en el mundo con esta tentación totalitaria, amparados en los plenos poderes de los estados de alarma. Yo prefiero una solidaridad compatible con la libertad de las democracias occidentales, el comunitarismo cristiano al comunismo marxista. Qué quieren que les diga: amo la libertad.