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Subir y bajar

    SE dice que si se encuentra a un gallego en la escalera no se sabe si sube o si baja. Si se le pregunta, probablemente, dirá depende. Como todos los tópicos que se dicen sobre cualquier grupo de personas no es nada más que una simplificación de una manera de ser, pero sin duda refleja una cierta realidad. Se podría pensar que ese comportamiento es una señal de indiferencia e indeterminación, de no manifestarse, de lavarse las manos, pero en realidad es una manera de relativizar lo que significa subir y bajar en la vida. Es una compenetración con la naturaleza gallega, llena de rasgos suaves, montañas y valles redondeados donde se sube como se baja, rías que tardan en llevar el agua al mar, vieiros, veredas, regatos que parecen huir de cumbres escarpadas y de aristas cortantes, paisajes que nos dicen que lo importante no es llegar sino disfrutar del camino.

    Usualmente toda la gente busca subir en la vida, ya sea en la escala social, en el poder económico, en el poder mediático, o en el prestigio. Cada uno en su profesión busca destacar, subir, estar más alto que el otro. Muchas veces nos autoengañamos diciendo que lo que buscamos es encontrar nuestro sitio, realizarnos. Es un acto de autenticidad preguntarse si realmente buscamos encontrar nuestro sitio o por el contrario lo que queremos es subir, aunque pensemos que no somos un trepa ni que damos codazos.

    Las personas que están arriba tienen dos problemas: uno el sentirse superior a los que están abajo y otro problema es el tener miedo a bajar. El miedo no les permite tener paz y estar siempre estresado. Este miedo solo se cura estando dispuesto a bajar. El otro problema todavía es más difícil. El hecho de pensar que valemos más que otras personas, nos dificulta querer a esas personas. En el caso de que la otra persona sea la pareja hace difícil convivir con ella. Asimilar y no solo con la cabeza, que todos los seres son iguales, es decir, que valemos todos igual, no es fácil asumirlo, aunque teóricamente lo aceptemos sin dificultad. Para hacerlo, es necesario descender a nuestra realidad, haciendo silencio y entrando a nuestro interior e ir aceptando nuestras debilidades, defectos y aciertos.

    De esta manera comprendemos mejor a los demás y sus errores, circunstancias y cualidades. Al acoger nuestra realidad nos hacemos más humildes. La humildad es la búsqueda de la verdad. La humildad, hoy en día no es un valor que se encuentre en alza, sin embargo, es muy humana, de hecho tienen las dos palabras la misma raíz, humus, tierra. Descender a la tierra.

    La humildad es la base de la espiritualidad, de toda espiritualidad, no solo de la cristiana. Al descender a nuestra realidad ascendemos espiritualmente al comprender mejor a los demás, experimentando un sentimiento de unión con la humanidad y con la naturaleza. Es verdad la paradoja que bajando con la humildad se sube y subiendo con la altanería se baja.

    29 may 2020 / 00:09
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