Sueño a sueño

ELLA tiene las manos generosas y una voluntad férrea, en su piel la huella del sol, la lluvia y el frío, baila al son de la naturaleza y se ha aprendido su calendario, lo respeta y a cambio la tierra le brinda colores y pétalos de seda. Ella huele a flores de manzanilla, membrillo y leña. Tiene la sabiduría de la vida, de las noches en vela vigilante y del matriarcado invisible pero presente, presente e imprescindible.

Ella es historia viva, a pesar de que la oficial, la de los libros, no le haya reservado un espacio en ellos, pero nosotros sabemos que sin ella no seríamos nada, ella escribió parte de nuestra memoria aun sin permiso para hacerlo, ella que fue autodidacta, aprendió a superarse y crecer.

Ella sabe hacer pócimas y pomadas y mima las cosechas como un regalo del tiempo y la paciencia, ella tiene soluciones mágicas y la medicina ancestral. Ella se come el pan de ayer aunque haya pan de hoy, en su memoria sigue grabada a fuego la austeridad de tiempos oscuros, de tiempos duros, de hambre, tristeza y despedidas. Ella es aprendizaje en cada anécdota que te cuenta. En cada recuerdo del que te hace partícipe.

Ella es tierra, es hogar y consuelo, tradición y coraje, es historia y futuro, es esencia, autenticidad y franqueza. Ella no fue a la universidad, pero celebró y se enorgulleció cuando tú lo hiciste, de alguna forma, se sintió partícipe de tu logro y lo sintió como suyo, era el resultado de un trayecto que empezó ella, que imaginó ella.

Ella que era anónima aunque para ti nunca lo fue ni lo será, con la mitad de derechos que tú pero merecedora y artífice de los tuyos. Ella forjó nuestros valores, nuestra identidad y nuestro presente.

Ella era mi abuela, la tuya o la de todos, con distintos nombres y similares circunstancias, todas ellas construyeron también el fogar de Breogán son sus manos, ladrillo a ladrillo, sueño a sueño. Hito a hito.

El pasado viernes, como cada 15 de octubre desde hace 14 años se conmemoró el día de la mujer rural con el objetivo de reconocimiento al papel decisivo de las mujeres en el desarrollo, la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza, y en Galicia damos buena fe de ello, la mujer rural está en nuestro propio origen, al fin y al cabo quien más y quien menos tenemos una en el origen o transcurso de nuestra historia familiar, una mujer rural con una historia de superación: una viuda de vivo, una adulta antes de tiempo, en definitiva, matriarcas con una casuística interminable.

Hoy una nueva generación de mujeres rurales vela por uno de nuestros mayores activos, lo hacen cargadas de ilusión y amor por lo nuestro, lo hacen sabiendo la importancia de su función y sintiéndose orgullosas de ello, lo hacen cargadas de innovación y otras formas de hacer aunque sin renunciar a la esencia.

Ahora sí, pueden por fin reivindicar su voz, su papel, conscientes del legado y del esfuerzo de quienes las precedieron, por ellas, por las que estuvieron antes que ellas, por nuestra memoria de país, ¡grandes todas ellas!