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Superliga

    ME tomo la licencia de aprovechar una frase del infinito Platón (“De noche, especialmente, es hermoso creer en la luz”), que supongo acuñaría en una noche Mediterránea por los jardines de Academo, para decirles que en la adversidad, sobre todo, es interesante creer en la raza humana. Pero los hechos, a modo de martillo pilón, nos golpean con una realidad menos prosaica. Tanto que te preguntas en qué punto la condición humana prescindió del sentido común, aquel que la había llevado a la cima de la vida en la Tierra.

    Estando envueltos en uno de los mayores desafíos sanitarios y económicos de nuestra historia resulta que acapara la atención la controversia sobre una Superliga de fútbol con los equipos más poderosos. Es verdad que no sólo en España. En Gran Bretaña, verbigracia, hasta el punto de terciar y presionar el inefable Boris Johnson, dejando su histórico estandarte del libre mercado hecho una piltrafa.

    Aquí ya se hizo otra elitista competición, que tiene consecuencias directas sobre nuestras vidas y peculios –no sobre un espectáculo– sin que nadie levantara su voz: la Superliga de la Banca. Tampoco esta pasada semana, en la que se anunciaban más de 11.000 despidos y el cierre de 2.000 sucursales. Su coste en diez años son 100.000 empleos menos y 10.000 sucursales cerradas. Y fuimos los ciudadanos –no JP Morgan– quien puso la pasta: 66.000 millones de rescate a fondo perdido. Gracias a los cuales se mantuvieron los grandes beneficios, el reparto de dividendos, jubilaciones primadas y bonos de hasta veinte millones de euros anuales para los directivos de las nuevas franquicias.

    La excusa es el nuevo escenario con nuevos actores, aumento del negocio digital (ese que se promueve desde la UE) y adaptación al redimensionamiento por fusiones. En resumen, otra milonga: en España la ratio de habitantes por empleado de banca se sitúa en 268, mientras que la media de los países punteros de Europa apenas supera los 150. Como cuando se cargaron las cajas de ahorros por vetustas mientras en otros países siguen funcionando perfectamente y cubriendo la parte “servicio público” del negocio bancario.

    Para ponerle perspectiva decir que a día de hoy hay tantos empleados de banca en España como en los años 70, mientras que el negocio de las entidades financieras se ha multiplicado por mil. Por aquel entonces se podía vivir sin tener una cuenta bancaria y hoy es obligatorio e indispensable. Una fruslería comparada con los regates de Messi, Florentino y Laporta. ¡Panem et circenses!

    30 abr 2021 / 01:00
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