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Susto o duelo en el puente colgante

En estos tiempos de tribulaciones y turbulencias varias, uno nunca sabe si de verdad sería bueno que llegara de una vez eso que la Biblia llama el Apocalipsis. De todas maneras, lo queramos o no, no parece que nos ronde demasiado lejos. ¿Quién iba a prever la fatal coincidencia espacio/temporal del repentino derrumbe en la A-6 que nos une a la Meseta y el corte de la línea de AVE a Galicia a causa de los incendios en Zamora? ¿Quién coño y por qué está rediseñando el mapa territorial de España sin la presencia de nuestra comunidad? ¿Acaso sentó Sánchez en su Gobierno a un pequeño Einstein de las Administraciones Públicas que a falta de luces para manejar coordenadas físicas mayores se le ilumina el cerebro eliminando las del Noroeste? ¿Le mandaría el presidente hacerlo para cegar la escalera de acceso a Madrid que recorrieron dirigentes populares como Fraga, Rajoy o Feijóo?

Desde luego, si nos creemos que sólo la Providencia es la responsable de estas acciones claramente separatistas que aún están sin reivindicar, se diría que Dios es un independentista gallego, hipótesis que permitiría también una mejor comprensión de aquellas palabras del Papa Bergoglio cuando dijo que “si voy a Santiago, voy a Santiago, pero no a España”. Se lo espetó al periodista de la Cope Carlos Herrera, que curiosamente no le rechistó lo más mínimo, seguramente para no sembrar dudas en su empresa episcopal sobre su respeto a la infalibilidad del Pontífice. Es dogma de fe, así que o te lo tragas o te vas a otra emisora.

La otra opción, si se descarta la intervención de la mano de Sánchez o del propio Dios –no son lo mismo, aunque hay quien lo pretende–, es que la orden de soltar amarras con el Estado fuese dada desde el interior de Galicia, una teoría conspirativa que seguro que cuenta con sus adeptos y que no dejaría de tener una vertiente cómica bien trabajada: imagínense a Pontón dando primero la orden de volar puentes y luego presentándose en el lugar del delito para culpar a los partidos españoles de hacerle su trabajo. No vemos a la líder nacionalista poniendo ninguna pega a nuestra separación del Estado, pero lo cierto es que el BNG siempre se queja de nuestro aislamiento físico por falta de infraestructuras. Tiene su justificación, el Bloque nunca consideró a España una nación, sino un camino, el único camino terrestre que le queda a Galicia para salir a Europa.

Así pues, la vía Pontón no parece muy verosímil y la otra interna que resta, la de Rueda, tampoco mucho. ¿Acaso teme una marcha atrás de Feijóo tan rápida que no le dé tiempo a consolidar su liderazgo? No es muy probable, antes al contrario, tendría más sentido la tesis de que fuese el Príncipe de Os Peares quien se hubiera llevado la parte que le falta al viaducto de la A-6 para planear su salto de Génova a Moncloa.

¿Y si fuese la fatalidad y no la Providencia la que nos pone palos en la rueda (aquí nombre común, no propio) para limitar nuestra movilidad? ¿Acaso no existen las desgracias sin carga de motivación política? Fíjense, si no, en la venida abajo del escenario del festival O Son do Camiño que completa este cuadro apocalíptico. El dirigente socialista González Formoso lo relacionó sin querer con la A-6 para reivindicar su bonhomía, porque él nunca intenta sacar partido de las desgracias, y de paso hacer frente a la crítica del BNG al Gobierno de Sánchez. Hay comparaciones odiosas y otras absurdas. Si la de Formoso con Gonzalo Caballero, que se repitió de forma machacona en las primarias del PSdeG, pertenece a la primera categoría, la que relaciona el agujero de la A-6 con el desplome del moderno proscenio portátil del Monte do Gozo se podría considerar casi irracional.

Y, tras estas alusiones a la A-6 derrumbada, a la alta velocidad ferroviaria súbitamente frenada en el límite de Galicia y al Camiño que casi queda sin Son, ¿por qué no incluir en esta lista de acontecimientos misteriosos la inesperada desaparición, en la jornada electoral del pasado domingo, del AVE Moncloa-Sevilla que con tanto mimo Felipe González había proyectado, construido y estrenado? ¿Qué señal más poderosa que el popular Juanma Moreno firmando la mayoría absoluta en Andalucía podría alertarnos de que el final del mundo está próximo?

Al menos, es el Apocalipsis socialista, que puede que afecte también a Galicia, pues gracias a él, Feijóo ya está en pista de despegue hacia la Presidencia. Y como el camino aéreo no admite hundimientos como el de la A-6, la cosa sólo se le puede torcer en el aterrizaje, donde Sánchez intentará deslumbrar al piloto del PP. El cambio político en España está consolidado y servido. Sólo queda pendiente el factor humano de los candidatos para que se certifique o se frustre. Sánchez contra Feijóo cara a cara. El plusmarquista autonómico debe cuidarse de una fatalidad como la de la A-6, pero con Sánchez cayéndole encima, a lo Mortadelo, con su disfraz de inmortal. ¡Ojo!, también se reía Rajoy.

24 jun 2022 / 01:00
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