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Tres veces en la misma piedra

El arranque de esta tercera desescalada causó alarma. La tarde del viernes hubo colapso en las terrazas de muchos bares y cafeterías. Al menos en Santiago, de lo que fui testigo directo. Se sumaron varios factores, entre los que destacaría las ganas de salir, el buen tiempo, la urgencia por hacer caja y la moratoria a las sanciones por incumplimientos. Todo ello animó a consumidores y hosteleros a relajar las medidas acordadas como el uso de la mascarilla por parte de los usuarios, la mayoría jóvenes, y el control de los aforos en los establecimientos. Como sucede siempre, aun siendo injusto, una minoría infractora daña la reputación de todo el sector. Según se acordó con las asociaciones hosteleras, debe estar claro el aforo permitido tanto en el interior como en los exteriores de cada establecimiento. Es muy fácil informar en lugar visible sobre el número de clientes admitidos y señalizar las mesas que no se pueden utilizar. Algunos cumplen y otros todavía no. Podemos tropezar tres veces en la misma piedra. Los datos globales sobre la evolución de la pandemia en esta tercera ola son positivos tanto en Galicia como en el resto de España. Disminuyen los contagios, la presión asistencial y el número de fallecidos, pero en los parámetros que se manejan cada día siempre aparece alguno que se resiste, además de seguir siendo muy altos como para considerar controlada la transmisión de virus.

En otras comunidades, Cataluña por ejemplo, repuntan los contagios. Similar tendencia al alza se produce en otros países europeos, por lo que mantienen fuertes restricciones, caso de Francia o Alemania, e incluso Portugal a pesar del radical cambio en los últimos días. Claro que la otra parte damnificada es la económica. Muchos autónomos y pequeñas empresas están al borde de la quiebra si es que no cayeron ya. Y las grandes corporaciones, caso de Corte Inglés, anunció la necesidad de reducir su plantilla en nada menos que 3.000 trabajadores. Se evidencia que los erte son una solución momentánea, un remedio paliativo, pero no son la medicina definitiva para salvar empresas. En la búsqueda del difícil equilibrio entre salud y economía las comunidades autónomas decidieron -el Gobierno, ausente, sigue ejerciendo de comentarista- aminorar las restricciones. Eso sí, cada una a su manera, como si fueran compartimentos estancos. Todos los intentos para establecer criterios básicos uniformes en cuestiones comunes a toda España terminaron en fracaso. No hay nadie ahí. Están en otros asuntos, seguramente importantes, pero secundarios en esta coyuntura. Entre otros, el 8-M. El gran debate de este momento es si la celebración exige salir a la calle, en manifestación de hasta 500 personas como en Madrid, o conmemorarlo esta vez de otra manera. Lo más prudente sería lo segundo. Junto al derecho de manifestación, que no se cuestiona, está el de no ser contagiado. Cuestión de prioridades.

O Casco Vello de Compostela esmorece

DESDE hai máis de vinte anos o centro histórico de Santiago réxese por un plan especial de protección, aprobado en decembro de 1997 con Estévez de alcalde. Ao longo de catro lustros serviu de guía para manter aos principios polos que a cidade fora declarada Patrimonio Mundial da Humanidade pola Unesco. A zona

monumental viviu momentos de gran esplendor ao agarimo de cada Ano Xubilar e da súa versión cívico-cultural do Xacobeo. Non é preciso achegar documentación para soster este aserto. Bastaba con percorrer rúas e ruelas para aprecialo. O casco antigo era a parte da cidade máis viva e esperta na que confluían cordialmente, día e noite, turistas, peregrinos, comerciantes, transeúntes e os seus moradores. E tamén funcionarios, políticos, relixiosos e universitarios en simbiótica harmonía. Son os piares de Compostela. Hoxe, a percepción é ben distinta. Basta tamén cunha pequena andaina pola rosa mística de piedra, en prosa poética de Valle Inclán, para sentir o cheiro da decadencia.

Aquelas teimas por fixar poboación diluíronse. Fracasaron por unha razón ben simple: vivir na zona vella resulta moi incómodo. E agora son o comercio e a hostalaría os damnificados. Oxalá fose só pola pandemia. Cada día prodúcense baixas e moi poucas ou ningunha alta. O caso vello necesita un plan de envergadura

28 feb 2021 / 10:26
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