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Tripartito o PP para Santiago

A cuatro meses, 28 de mayo, de las elecciones municipales -las autonómicas no afectan a Galicia- el futuro político de las siete principales ciudades gallegas, salvo Vigo y en menor medida Pontevedra, es incierto. Puede pasar de todo, desde que la cosa siga igual a que se produzca mudanza intermedia o generalizada. El margen de indecisión que muestra un gran porcentaje de los encuestados es lo suficientemente grande como para devenir en cualquier resultado. Entre las incógnitas está Santiago, la capital, donde los últimos episodios en el gobierno municipal, con dos dimisiones en el grupo del alcalde, no son precisamente el mejor broche final del actual mandato. Podrían complicar el siguiente. A estas bajas de última hora se une la sensación, real o ficticia, de ausencia de proyectos de futuro, al tiempo que la gestión de los asuntos diarios es cada vez más cuestionada. Como botón de muestra, las obras de Concheiros.

Los cuatro partidos que se disputarán el poder en Compostela con opciones de escaño ya tienen sus candidatos a la alcaldía. Bugallo recunca por el PSOE y Sanmartín por el BNG. Rozas, que formó parte del anterior gobierno local, toma el relevo de Noriega tras tirar la toalla al perder el bastón de mando en 2019. El único realmente nuevo de este cuarteto de alcaldables es el popular Verea, pero poco conocido por los ciudadanos, circunstancia esta que no le favorece. Le sucede lo contrario que a los otros tres, cuyo mayor grado de conocimiento seguramente les perjudique si convenimos que desde hace al menos una década la ciudad muestra claros síntomas de agotamiento por escasez de ideas y deficiente gestión.

Ni el Año Santo, de éxito incuestionable aunque mérito principal de otras instituciones, logró revertir esta sensación de letargo en la que está sumida la capital de Galicia. No van a tener fácil generar ilusión, tanto la nueva candidatura del PP como el tripartito formado por PSOE, BNG y CA que probablemente saldrá de las urnas si suma mayoría. Para ello, más que programas, pues el papel puede con todo y donde dije digo digo Diego, los partidos en cuestión deben esforzarse en arropar a sus ya inamovibles cabezas de lista con gente capaz de generar ilusión, acreditados gestores y estar a la altura de lo que es y significa Santiago en todas sus acepciones, desde el plano corto de la proximidad hasta el panorámico de la universalidad. En fin, una nueva Corporación y gobierno municipal que sepa y pueda resolver la gestión cotidiana y al mismo tiempo hacer valer las cualidades y necesidades de Compostela en otras instancias: autonómica, central y europea.

Un dato: La principal inversión del Estado en Galicia para este año referida a Santiago, según los presupuestos ya en vigor, es un tramo de autovía que discurre por los municipios de Arzúa y Melide. Esperpéntico.

Manifestaciones y/o elecciones

EN contra del sentir mayoritario en la opinión publicada, no creo que la manifestación del jueves en Barcelona haya pinchado ni la de Madrid de ayer arrasado. Más allá de la diferencia de motivos y el volumen de participantes, con clara ventaja para la madrileña, convendría fijarse en la oportunidad de las mismas y sus verdaderos objetivos. No voy a cuestionar el sagrado derecho a manifestarse y la libertad de expresión, pilares fundamentales de la democracia, pero este 2023 está repleto de citas electorales, a las que debieran dedicarse fundamentalmente quienes van a ser los encargados de gobernar el país durante los cuatro próximos años desde la inmensa mayoría de las administraciones. La credibilidad de las acciones está mermada por la utilización electoral que de este mecanismo hacen los partidos políticos. No va a ser la educación, la sanidad, la economía, la unidad de España o la separación de Cataluña, por mucho que se pregone, su fin primordial. Toda convocatoria se hará en función del rédito electoral que esperan conseguir sus promotores. Lo mismo sucede con muchos de los anuncios hechos desde los gobiernos locales, central y autonómicos. No se pasen de frenada, señores, como en la crisis entre el Gobierno y la Junta de Castilla y León. Dedíquese cada uno a gobernar lo mejor posible y a confeccionar buenos programas y candidaturas decentes para que los ciudadanos decidan sin interferencias.

Hacerse un Ardern

“A mí no me hacen un Orozco”. Eso dijo Martínez, alcalde de Becerreá y veterano militante socialista cuando desde el PSOE se le conminaba a dejar cargos en la Diputación de Lugo por exigencia del BNG. Tiempo atrás, al alcalde de Lugo por el citado tuvo que dejar la política por idéntica razón, tras varias imputaciones de la jueza De Lara, finalmente todas archivadas. Ni a Martínez ni a Orozco les inhabilitaba la justicia, fueron sus compañeros de partido o grupos afines. Esta semana, en las antípodas, Nueva Zelanda, sorpresivamente anunciaba su marcha de la política la primera ministra, Jacinda Ardern, una joven laborista de tan solo 42 años, porque se encontraba “falta de energía” para seguir en el cargo y porque hay vida fuera de la política. Ahora podrá estar más tiempo con su hija e incluso casarse con la persona con la que vive, sus prioridades. Hay quien dice también que las encuestas no le eran favorables, pero seguramente no fue esta la causa. Al menos no lo sería en España, donde salvo escasísimas excepciones, nadie deja una poltrona por voluntad propia. Visto lo visto en Nueva Zelanda, me pregunto si Yolanda Díaz no estará tentada a “hacer una Ardern” cualquier día de estos. Lo cuestiono porque tal vez esté agotando la inmensa energía que puso en sacar adelante el proyecto Sumar y esté sufriendo el desgaste al que un día sí y otro también le produce el roce con el dúo Montero-Belarra.

22 ene 2023 / 01:00
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