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Un país muy normal

    HOY España es un país bastante normal. Por eso se establecen empresas extranjeras o recibe préstamos que se espera puntualmente devueltos. Por ello también su opinión es considerada en instituciones internacionales que tienen por respetable al país y en particular por aquellas de los países que España considera más normales y a los que se siente vinculado por una similar concepción política, social y económica de lo que es normal.

    El vicepresidente Iglesias y los suyos hacen mucho ruido para llamar la atención desde carteras ministeriales vacías que no responden a urgentes necesidades sociales sino a un pacto de visibilidad a cambio de apoyo, y desvían a la sociedad de asuntos que sí requieren soluciones prácticas e inmediatas, efectivas y realistas. Distracción ociosa que no se corresponde con los noventa mil muertos y la gravedad del momento.

    Pero no está Iglesias del todo falto de razón, España tiene algún déficit de normalidad democrática, y no solo porque su grupo contribuya, pues en el Gobierno mismo hay ya cierta desviación por el giro del nuevo socialismo al populismo, ideología basada en una ideal de regeneración nacional y social que apela al “pueblo” y le halaga mediante una retórica política ampulosa que no encara con realismo los problemas.

    Pero no está falto del todo de razón porque la situación catalana es anómala, y política, economía y sociedad seguirán tras las elecciones distorsionadas por el nuevo Gobierno. Pero no se trata de congraciarse vergonzantemente con la idea populista de que un partido no admita más autoridad que las que dicten la voluntad de una mayoría coyuntural, la correlación de fuerzas o la posición de los poderes sociales. Eso vale para Venezuela o Cuba, donde es determinante la posición del Ejército, p.ej., pero es impropio del liberalismo.

    En la normalidad los partidos no ocupan parlamentos, ni sus secciones de asalto destruyen, y menos aún la política se convierte en conspiración para expulsar a la oposición constitucional y declarar una independencia unilateral.

    Si lo que dice Iglesias es que la situación no debería prolongarse, para eso hacen falta interlocutores a la voluntad integradora del Estado, que hizo las cosas mal pero no por haber disuelto la votación ilegal, y debió (como en otros lugares) suprimir durante un tiempo la autonomía y ejercer su autoridad forzando a los nacionalpopulistas a bajar del monte y hablar como los nacionalistas civilizados que fueron sus ancestros políticos.

    16 feb 2021 / 01:00
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