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LOS REYES DEL MANDO

Un septiembre reconocible

    EL comienzo del curso académico (también del curso político) puede significar la vuelta a la realidad (la normalidad es otra cosa), pero nada como el comienzo de la Liga de fútbol para decir que todo ha vuelto, aunque haya vuelto de aquella manera. La televisión ofrece algunos indicios del pasado anterior al virus con sus retransmisiones deportivas, en las que todo parece funcionar adecuadamente, si no fuera porque no hay público en las gradas. ¿Es imprescindible la presencia del público para que el espectáculo no decaiga? Los que saben dicen que no se nota mucha diferencia, pero los protagonistas, es decir, los jugadores, aseguran que no tiene nada que ver, porque la cercanía de la gente lo cambia todo: tanto si es la afición propia como si es la contraria. Tal vez el fútbol sin público sea otro deporte.

    Pero los jugadores saben que hay muchas cámaras mirando, así que el público está ahí, después de todo. En la distancia, pero tampoco tanta. La Liga ha comenzado casi sin tiempo para que finalizara la anterior, que tuvo que postergarse, y con los fichajes a medio hacer. Y sólo con lo de Messi resuelto de momento; pero hay que reconocer que ese intento de irse del argentino ha sido el gran culebrón que ha entretenido la espera. Nunca falta algo para rellenar el horror al vacío, que, en materia futbolística, es mucho.

    Apagada la batalla por Messi, mientras se resuelve el futuro de otros jugadores, La Liga ha empezado en sábado con la boca pequeña, no diré con desgana, eso no, pero sin el impacto de otras ocasiones. Imagino que no queda otro remedio. Su presencia televisiva es notable, sin duda, pero todo el mundo tiene la sensación de estar haciendo algo que se parece a la realidad, sin serlo del todo. La vida sigue rezumando incertidumbre. Si la seguridad absoluta siempre fue una quimera que nos vendían, porque el ser humano quiere estar seguro de todo, ahora ya tenemos la certeza de que no existe. Hay que acostumbrarse, porque no sólo se refiere al virus y su zarpazo. Es la vida moderna la que nos invita a aceptar que casi cualquier cosa es posible.

    El Tour de Francia, del que ya hablamos aquí como cada año, apostó en cambio por el público. Hasta ayer. Los últimos metros de la meta de Lyon estuvieron casi vacíos, y los diez kilómetros anteriores, por las calles de la ciudad, completamente atestados. La pasión por la carrera (que es grandiosa) lleva a la gente a querer remedar los tiempos de la felicidad: ahí está el personal trepando con sus bicis las montañas feroces que subirán los corredores, y luego un gentío a ambos lados de la carretera que te hacía preguntarte estos días si estabas viendo esta edición, el Tour del año del Covid, o una edición anterior grabada. En fin, es un deporte al aire libre, es cierto. Pero todo empezaba a salirse de madre. El Tour ha logrado parecerse al que conocíamos y celebrábamos, pero, a pesar de la poca incidencia de la pandemia, el miedo obliga ahora a evitar saturaciones de público en las llegadas.

    Es posible que ni el regreso de la Liga ni de otros deportes televisados vaya a hacernos pensar que todo va regresando a su cauce. Pero puede que sirva para lograr que septiembre sea un poco más reconocible. O para que nos hagamos la ilusión de que lo es.

    13 sep 2020 / 01:18
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