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Vacaciones para Sánchez

    DECÍA el socialista Sandro Pertini que, cuando se ocupa un cargo hay que ser extremadamente prudente en el uso de los recursos públicos y que en el caso de un socialista era un principio inexcusable. No creo yo que Pedro Sánchez conozca esta cita, ya desde el primer día que durmió en la Moncloa ha actuado como un nuevo rico, superando en eso a todos los que lo precedieron. Este año, sus vacaciones se dividirán en dos partes en residencias del Estado, primero en La Mareta, en Lanzarote, en el palacio que Husein de Jordania regaló a Juan Carlos I. La segunda parte de sus vacaciones, se acomodará en el Palacio de las Marismillas, en el Parque Natural de Doñana. O sea, veraneo gratis.

    El profuso uso de los medios públicos, especialmente aviones y helicópteros para su traslado ha sido una constante en el caso del presidente, quien no ha reparado en ocasionar elevados gastos a costa de los contribuyentes. Ahora, además, alegando motivos de seguridad, estos desplazamientos están cubiertos por el secreto de Estado, entendiendo que lo exige la seguridad del presidente, al margen de lo que previene la Ley de Transparencia.

    La historia se inicia cuando se descubre que el presidente y su señora han usado un Falcon para desplazarse a Castellón para asistir al Festival Internacional de Benicássim (FIB) o a La Rioja para asistir a la boda de su cuñado. Se dijo oficialmente que tales viajes “tienen como objetivo el interés general del país”. Cada hora de vuelo del Falcon cuesta a los españoles 2.000 euros y 6.000i si es en Aurbus. Cuando Rajoy venía a Galicia por asuntos personales viajaba por carretera o en vuelos comerciales que pagaba de su bolsillo.

    Con respecto a La Mareta también se alojaron allí Aznar o Rodrigo Rato, Como ya hicieran Aznar y Zapatero en su día, Sánchez tiene la costumbre de llevar a su esposa a viajes de Estado en los que no pinta nada, a cuenta de los contribuyentes, y no es primera ni segunda dama de nada. Por cierto que, sobre la frecuente estancia de sus amistades en dependencias públicas, no se aplica las reglas que rigen en otras residencias oficiales, como en la Casa Blanca, donde el presidente paga de su bolsillo las invitaciones a sus amistades o los cumpleaños de sus hijas como hacia Obama.

    10 ago 2021 / 01:00
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