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Vacunas en la Unión Europea

    LA UE no acaba de atajar el problema de la compra y reparto de una cantidad de vacunas suficiente para alcanzar el objetivo de conseguir la inmunidad colectiva tras el verano. Ni siquiera ha logrado transmitir un mensaje nítido sobre la necesidad de vacunarse. De ahí que algunos socios europeos como Alemania o Francia, aun con la constatada escasez de viales, estén teniendo problemas a la hora de inocular a sus habitantes. Estas circunstancias contrastan con la actitud y las políticas de comunicación de países como Israel, Chile, Reino Unido, e incluso Estados Unidos, más adelantados en la compra, distribución y aplicación de sus vacunas.

    La UE se juega una vez más su prestigio, e incluso su razón de ser, pues no hay nada más esencial y prioritario para los ciudadanos que su propia salud. No es de extrañar que Italia, al amparo del nuevo Reglamento comunitario, haya impedido a AstraZeneca exportar un cargamento, ni que varios países evidencien su desesperación, y pretendan actuar por su cuenta, tanto para hacerse con viales procedentes de contextos transcontinentales y asiáticos, como para aumentar el ritmo de vacunación entre su población.

    Eslovaquia ha cursado un pedido de la Sputnik V rusa, y Polonia ha hecho lo propio con la china Sinopharm. República Checa y Hungría han establecido vías de importación de antídotos desde Rusia y China. Entretanto, Austria y Dinamarca negocian con Israel a fin de desarrollar su propia producción de viales, y no depender de las fábricas europeas. Y Alemania presiona a la EMA, y urge a la UE a importar cuantas vacunas eficaces existan.

    La Comisión Europea parece estar dando tumbos; y si un día asume errores en la gestión de la compra de vacunas, otro anuncia mejoras en la producción de los laboratorios en territorio europeo para, pasado el tiempo, lamentar nuevos retrasos de las farmacéuticas o en la aprobación de viales que ya tienen luz verde en otros países de referencia. La UE apostó por varias empresas a la vez, así como por centralizar la compra para evitar la competencia desleal entre los socios y abaratar los costes; pero la pesada burocracia de sus agencias e instituciones juega en su contra. También parecen increíbles los continuos cambios de opinión en torno a vacunas como la Sputnik V rusa, o incluso la de AstraZeneca, sobre la cual primero se dijo que podría no ser útil para los mayores de 55 años, mientras que ahora algunos países consideran viable su aplicación incluso a partir de esa franja de edad.

    Ni la UE ni los europeos continentales somos el ombligo del mundo; pero de ahí a que no podamos competir con países como Israel o Reino Unido en un tema tan urgente como el de las vacunas, es un problema que inquieta y evidencia deficiencias de carácter estructural. Incluso la implantación en verano del pasaporte sanitario sobre el que escribimos aquí ayer no parece realista, cuando aún no se ha solventado el problema de la vacunación. Difícilmente podremos cooperar con países necesitados y vulnerables, cuando ni siquiera logramos avanzar en nuestra propia vacunación.

    07 mar 2021 / 01:00
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