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Valentía y fuerza canaria

    EL pasado domingo enviábamos desde las Islas Canarias un artículo que incidía en el doble y hasta triple sufrimiento que habían padecido nuestros hermanos isleños. Además de los efectos nocivos de la pandemia, nos hacíamos eco de la llegada masiva de inmigrantes irregulares a sus costas, así como de la súbita y fatídica erupción del volcán de Cumbre Vieja. Hoy deseo completar aquellas palabras para mostrar hasta qué punto nuestros compatriotas han sabido asumir con resignación y valentía los reveses que les propinaba un destino inmerecido e injusto. El propio volcán que ahora ruge y escupe lava insistentemente, y se lleva por delante el esfuerzo y el patrimonio de los habitantes de La Palma, es un símbolo de ingratitud frente al esmero con el que los palmeros han tratado siempre un territorio compartido y abierto a todo aquel o aquella que quiso ver en esa tierra que una vez fue casi baldía, un emplazamiento sobre el que formar una familia y erigir un futuro laboral y económico.

    Los palmeros no han ocupado el espacio del volcán; más bien lo han dignificado con su trabajo y cariño. La labor de quien se asienta en un ‘malpaís’ (así se llama la zona que hoy vuelven a ocupar los vómitos del volcán), lo repuebla, le devuelve la fertilidad incluso transportando allí tierra fértil, y hasta edifica sobre el antaño inhóspito terreno sus bellas y elegantes casas en señal de respeto y orgullo por la tierra que los acoge. De ahí el esplendor de esas haciendas, y el primor de las plantaciones que hoy arrasan las coladas que emanan de la boca del dragón atlántico. Un monstruo de magma cuyos espasmos y bramidos se perciben en toda la isla, y cuyos gases y esputos de ceniza incordian a otros islotes del bello archipiélago. Pero La Palma seguirá siendo ‘la isla bonita’, por su singular climatología tropical, y porque sobre ese ‘picón’ volverán a florecer las uvas y los plátanos, los vinos y las frutas que hoy todos degustamos.

    Así es la parte occidental del archipiélago canario, con un turismo más basado en la naturaleza que en enclaves hoteleros, que acoge a extranjeros que trasladan allí su residencia de invierno, y que supo transformar la pobreza que caracterizaba al oeste canario en progreso y hermosura. Todo gracias a unas gentes que en su día emigraron a Cuba y a Venezuela; pero que, como rememoran cada año en carnavales durante ‘la fiesta de los Indianos’, decidieron regresar con sus familias para consolidar su patrimonio y embellecer unas tierras que les pertenecen por derecho propio. En América Latina sufrieron los regímenes castristas y chavistas. Ahora se enfrentan a un desafío mayor. Pero gracias a su perseverancia, y con nuestra ayuda, tanto ellos como su patria chica, cuando pase todo esto, volverán a brillar para admiración de todos nosotros.

    16 oct 2021 / 01:00
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