¿Varón, hembra? Según

PODRÁN registrarte como uno u otra desde los dieciséis años en el Registro civil, carnet de identidad, chutarte de testosterona si quieren pasar a varón o sajarse las tetas si es mujer. Y vayan al diantre la genética y el sexo biológico. Es algo de lo que introduce el recién aprobado Proyecto de Ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI.

El Parlamento sobreprotege a una minoría y hace ingeniería social: que priven las sensaciones sobre las evidencias; sostiene que ni genitales ni vagina explicitan el sexo: este sería asignado convencionalmente por padres y entorno.

La aprobación parlamentaria del caracoleado texto entretendrá durante meses a la aturdida ciudadanía, pero la transformación social está servida: persona, sexo, estabilidad emocional, compromiso conyugal, padres que educan hijos, son conceptos blandos de contenido borroso. La palabra estrella es autodeterminación: a partir de los dieciséis cada español/a decide –determina– por sí mismo/a (auto) si quiere ser varón o hembra, y puede modificarlo con cambio en el Registro civil. Cualquier objeción es tildada de transfóbica y será penada.

El proceso trans es agresivo y arriesgado. Los trans arrepentidos cuentan su patética experiencia. Sanitarios y psiquiatras denuncian precipitación en las autorizaciones que inician procesos irreversibles y efectos no deseados, la esterilidad el primero de ellos.

Hormonas de por vida, bisturí sin vuelta atrás, insatisfacción permanente, asistencia psiquiátrica de por vida y anhelo suicida. Retorcimiento a la Naturaleza y a la historia social.

He descrito un panorama truculento. Podemos revertirlo: trátese psicológica y psiquiátricamente a quien padece disgusto por su sexo, y démonos tiempo. Y el/la que está incómodo con su apariencia aprenderá a aceptarse en lugar de malformarse.